Celulares importados para jubilados pobres y despidos sin costo: la nueva libertad mileísta

Mientras millones no llegan a fin de mes y pierden derechos laborales en silencio, el Gobierno celebra la importación sin aranceles de celulares, consolas y televisores. En su conferencia, Manuel Adorni se mostró cínico, evasivo y cada vez más de campaña. Una foto perfecta del delirio libertario: te sacan la indemnización, pero te venden libertad porque ahora podes soñar con una PlayStation.

POLITICA NACIONAL

Por Julián Pereyra

5/14/20253 min read

Manuel Adorni apareció en conferencia de prensa con el entusiasmo de quien cree que acaba de dar una gran noticia. El vocero presidencial —y ahora también candidato— anunció que el Gobierno eliminará los aranceles de importación para celulares, computadoras, televisores y consolas de videojuegos como PlayStation y Xbox. Un paquete de medidas que, en otro contexto, podría sonar moderno, progresista o incluso positivo. Pero en la Argentina de hoy, donde hay jubilados revolviendo tachos y millones de familias ajustando hasta el aire que respiran, el anuncio suena directamente a una cargada.

Claro, ahora sí, los jubilados van a poder ir corriendo a comprarse un iPhone 15. O, por qué no, una PlayStation 5 para entretenerse mientras esperan horas en una sala de guardia o rezan por una receta médica en PAMI. “Fin al corralito tecnológico”, dicen con euforia. ¡Bravo! Después de multiplicar todos los precios, pulverizar salarios, licuar jubilaciones y convertir la canasta básica en un lujo, nos tiran un 0% de aranceles como si hubiesen vencido al hambre. ¿Y eso a quién le sirve? ¿Al que no llega a fin de mes? ¿Al que no puede pagar la SUBE? ¿A la madre que saltea comidas para que sus hijos coman algo?

Pero la medida sí tiene un público: los fieles seguidores libertarios que sueñan con un país donde lo único que importe sea comprarse cosas lindas. Jóvenes que creen que el mercado es una religión, que la justicia social es un capricho viejo y que el derecho laboral es una traba para “emprender”. Ellos sí celebran. Se sacan selfies con el último celular sin aranceles mientras la otra mitad del país mastica aire.

En paralelo, mientras nos venden el espejismo de la “libertad de consumo”, se desarma en silencio —aunque con brutalidad— el entramado de derechos que alguna vez protegió a los trabajadores. Desde hoy, ya no existen más las indemnizaciones por despido como las conocíamos. Chau a los años de servicio, al colchón ante la arbitrariedad empresarial, al amparo frente a los despidos sin causa. Ahora rige el “fondo de cese laboral”, una versión deshidratada y patronal del derecho laboral, donde la carga se transfiere al trabajador. Pero no te preocupes, eh: el celular te va a salir más barato.

Adorni, como si esto no fuera ya un insulto a la inteligencia y a la realidad de millones, decide condimentarlo con cinismo. Cuando un periodista le pregunta por la situación de los que no tienen ahorros, él responde, con una sonrisa apenas disimulada: “Lamento que no tengas ahorros y que en el futuro no puedas gastarlos”. Un vocero de un país en emergencia humanitaria burlándose de la pobreza en vivo y en directo. Y cuando Silvia Mercado le pregunta por su candidatura, se hace el desentendido. “No estoy usando las conferencias para hacer campaña”, dice. Aunque hace dos meses no hablaba en público y esta semana ya dio cuatro conferencias. Qué coincidencia, ¿no?

La política libertaria no gobierna, administra marketing. Vende titulares vacíos, memes en loop, un show de gestos “modernos” mientras por debajo se cae todo. La salud pública estalla, la educación se vacía, los alquileres son impagables, los medicamentos inaccesibles, y el trabajo formal es cada vez más precario. Pero qué importa, si ahora podés comprarte una notebook importada. Aunque no tengas ni con qué llenarte el estómago.

Mientras tanto, ellos siguen viviendo en su mundo paralelo, ese en el que la “libertad” se mide por la cantidad de productos importados que podés comprar y no por cuántos derechos te reconocen. En ese universo tecnócrata donde las cifras se acomodan según el relato y el sufrimiento ajeno se transforma en una oportunidad para hacer campaña. Porque sí: todo esto también es campaña.

La pregunta es: ¿hasta cuándo vamos a seguir normalizando que nos gobiernen desde la burla? ¿Hasta cuándo el iPhone va a valer más que un plato de comida o una indemnización justa? Argentina no necesita más marketing, necesita respeto. Y justicia. Lo demás, ni siquiera alcanza para encender la pantalla.