Cipayismo libertario: el gobierno celebra humo mientras entrega soberanía a cambio de sonrisas
Entre lágrimas y elogios desmedidos, Milei y su troupe libertaria celebraron la promesa de Trump de ayudar “sin pedir nada a cambio”, mientras Caputo ya corre a endeudar al país otra vez con el Banco Mundial. El supuesto “respeto” de Washington se traduce en condicionamientos: afuera el swap chino, Huawei, las represas y las nucleares. Y, a este ritmo, hasta la base de Ushuaia podría terminar convertida en sucursal del ejército yanqui.
POLITICA NACIONAL
Por Julián Pereyra
9/24/20253 min read


Javier Milei lo hizo de nuevo. Fue a Estados Unidos, se reunió con Donald Trump y volvió con la postal que tanto anhelaba: la sonrisa naranja del magnate diciéndole que lo iba a ayudar sin pedir “nada a cambio”. Y ahí lo vimos, al presidente argentino, con los ojos brillosos, como un fanático que acaba de conseguir la foto con su ídolo en la puerta del hotel. El problema es que no se trataba de un fan club, sino de una reunión de Estado. Pero claro, el mileísmo gobierna con lógica de reality show y culto personal, no con política.
La escena fue digna de un sketch de Capusotto: Trump tirando la frase mágica y Milei casi desmayándose de la emoción. La militancia libertaria, en simultáneo, festejando como si Argentina hubiera conseguido el Nobel de Economía, cuando en realidad lo único que pasó fue que nos prometieron “ayuda”, pero sin un peso en la mano. Ayuda, claro, de ese tipo que se cobra después con intereses, condicionamientos y pérdida de soberanía. Pero no importa, porque para el oficialismo fue suficiente. La foto salió bien, y eso es lo que cuenta.
Mientras tanto Luis “Toto” Caputo –el rey del endeudamiento– ya blanqueó que, aunque no entró todavía ni un dólar del Tesoro norteamericano, ya está preparando otro pedido de préstamo al Banco Mundial. Sí, antes de que llegue la supuesta lluvia de inversiones, ya estamos sacando paraguas porque la deuda no para de caer encima. Este gobierno parece tener un único plan: deuda, deuda y más deuda. ¿Inversión productiva? No, gracias. ¿Política industrial? Ni hablar. ¿Financiamiento genuino? Una utopía. El dogma libertario es simple: hipotecar el futuro en cuotas eternas para pagar las fiestas de hoy.
Y lo más tragicómico es cómo venden este pacto de sumisión con orgullo. El mileísmo nos repite como mantra que Estados Unidos no pide nada a cambio, que son amigos sinceros. Pero hasta los periodistas de la propia tropa, como Jony Viale, te cuentan al oído lo obvio: que el “nada a cambio” significa que Washington no quiere swap con China, ni 5G de Huawei, ni represas en Santa Cruz, ni centrales nucleares. Básicamente, nos quieren de rodillas, sin alternativas, atados a sus condiciones. Lo de siempre, pero ahora pintado con los colores de la “nueva derecha”.
Ahí está la contradicción obscena: Milei llegó al poder gritando que venía a ser distinto a los “kukas”, a desterrar el clientelismo y la dependencia. Sin embargo, hoy lo vemos arrodillado, festejando como un niño cuando Trump le dice que lo va a ayudar. El libertario que se jactaba de no tranzar con nadie terminó mendigando la foto y entregando soberanía a cambio de sonrisas. Es la caricatura del cipayo, pero con motosierra en la mano.
El pueblo argentino, mientras tanto, se come el humo y paga la cuenta. Porque no hay un solo indicio de que este circo diplomático vaya a traducirse en mejoras reales: la inflación sigue comiendo sueldos, la recesión arrasa pymes, el desempleo crece. Pero la prioridad de este gobierno no es gobernar, sino sacarse selfies con líderes extranjeros y gritar “¡Viva la libertad, carajo!” como si eso llenara la heladera.
Y para cerrar con broche de oro, está el chiste macabro que ya corre en pasillos oficiales: que la Argentina está dispuesta a habilitar la operatividad de fuerzas norteamericanas en la base naval de Ushuaia. Sí, ese pedazo de soberanía en el fin del mundo que ahora podría convertirse en una especie de sucursal del Pentágono. A este paso, no sería raro que un día nos desayunemos con los marines desembarcando desde el sur, diciendo que vienen a liberarnos de vaya uno a saber quién. Y, por supuesto, el gobierno pidiendo que no opongamos resistencia, porque todo sea por la “amistad sincera” con el Tío Sam.
La Argentina del mileísmo terminó convertida en eso: un show patético de chupaculismo internacional, un festival de deuda infinita y un país que se entrega con moño incluido. Los que se creían superiores moralmente a los “kukas” hoy se nos ríen en la cara, mientras venden humo, entregan soberanía y aplauden como focas cada guiño de su jefe espiritual, Donald Trump.