Crisis de empleo en Argentina: una empresa cierra por hora y el trabajo formal se derrumba

Mientras el Gobierno insiste en hablar de “orden” y “estabilidad”, la realidad laboral en la Argentina se derrumba a una velocidad alarmante. Cierra una empresa por hora, casi 400 personas pierden su trabajo por día y la industria opera en niveles históricos de parálisis. Más de 19.000 empresas ya bajaron la persiana desde la asunción de Javier Milei y se destruyeron más de 260.000 empleos registrados, en un modelo que combina recesión profunda, apertura de importaciones y abandono total de la producción nacional.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

12/16/20253 min read

La crisis del empleo en la Argentina ya no admite eufemismos ni relatos edulcorados. Los números son brutales y describen una realidad que se vive todos los días en fábricas, talleres y comercios de todo el país: cierra una empresa por hora y casi 400 personas pierden su trabajo por día. No es una advertencia a futuro ni una proyección pesimista. Es lo que está pasando ahora mismo bajo el gobierno de Javier Milei.

Desde que asumió el actual presidente, más de 19.000 empresas bajaron la persiana y se perdieron más de 260.000 puestos de trabajo registrados, según datos oficiales de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo. Traducido a la vida cotidiana: casi 29 empresas cerradas por día, unas 1,2 por hora, y 394 trabajadores expulsados del empleo formal cada jornada. Una sangría constante, silenciosa y devastadora que el Gobierno elige minimizar o directamente ignorar.

La industria es el corazón de este derrumbe. El uso de la capacidad instalada cayó al 61% en octubre, el peor nivel desde 2002. Las máquinas están apagadas, las líneas de producción frenadas y las plantas funcionando a media marcha o menos. En sectores sensibles como el textil, la utilización ni siquiera llega al 33%. Cuando la producción se frena, los costos fijos siguen corriendo, los márgenes se evaporan y el cierre deja de ser una amenaza para convertirse en una salida forzada.

Este colapso no es un accidente ni una mala racha. Es la consecuencia directa del modelo económico que impulsa Milei: recesión profunda, apertura indiscriminada de importaciones, parálisis total de la obra pública, crédito inaccesible y derrumbe del consumo interno. La famosa “motosierra” no cortó privilegios ni gastos superfluos: cortó empleo de calidad, pymes, industria nacional y futuro productivo.

Los datos más recientes confirman que se trata de un proceso sostenido. En los últimos cuatro meses relevados por la Secretaría de Trabajo, el empleo asalariado privado cayó en 49.000 puestos, con 10.700 despidos solo en septiembre. Los sectores más golpeados no sorprenden: construcción, industria manufacturera y comercio. Justamente los que más empleo generan y los que sostienen el entramado social de las ciudades y pueblos del país.

La crisis también se refleja con crudeza en la cadena de pagos. La Unión Industrial Argentina expuso lo que ya se vive en cada pyme: casi la mitad de los industriales no puede cumplir con salarios, impuestos o proveedores. Los cheques rechazados aumentaron entre 30% y 40%, y hay empresas emblemáticas con decenas de cheques rebotados por cientos de millones de pesos. Las pymes son las más castigadas, con cobros al Estado que se estiran entre 30 y 90 días, deudas bancarias impagables y una asfixia financiera total.

Incluso dentro de la UIA, el clima es de alarma. Ya no se habla de desaceleración ni de ajustes transitorios. Los propios empresarios reconocen que la crisis está instalada. La caída del consumo interno, la invasión de productos importados y el encarecimiento del crédito dejaron sin aire a todo el entramado fabril, desde los talleres más chicos hasta los grupos de mayor peso.

Mientras tanto, el Gobierno insiste en celebrar planillas macroeconómicas, indicadores financieros y supuestos “ordenamientos” que no llegan a la economía real. Pero afuera del Excel oficial, lo que hay son fábricas apagadas, comercios cerrados y trabajadores en la calle. No hay estabilidad posible con empresas cerrando a este ritmo ni crecimiento con casi 400 despidos diarios.

La conclusión es tan simple como contundente: este modelo económico no genera empleo ni inversión, genera cierres, despidos y empobrecimiento. Destruir empresas es destruir futuro. Y ningún país sale adelante cerrando una empresa por hora y perdiendo cientos de puestos de trabajo todos los días. Lo que el Gobierno llama ajuste, en la calle ya tiene nombre. Y ese nombre es crisis.