Cuando el Estado está presente: Formosa frente a la emergencia hídrica

En tiempos donde desde algunos sectores se impulsa el abandono del rol del Estado, la provincia de Formosa vuelve a demostrar, con hechos concretos, que el modelo de justicia social, solidaridad y presencia territorial no es un discurso vacío, sino una práctica cotidiana y transformadora.

POLITICA INTERIOR

Por Jasmín Ortellado

5/12/20252 min read

Este lunes, en medio del dolor que atraviesa la ciudad de Bahía Blanca por la confirmación del hallazgo del cuerpo de Delfina Hecker —la nena de 9 años desaparecida tras el temporal—, vuelve a quedar en evidencia un contraste doloroso y profundo: la diferencia entre un Estado presente y un Estado ausente.

En Formosa, una provincia del norte argentino golpeada también por lluvias históricas —con precipitaciones de hasta 400 milímetros en algunas localidades como Subteniente Perín—, el gobierno provincial desplegó desde el primer momento un operativo integral de asistencia. En el centro de evacuados de Riacho de Oro, funcionarios como la ministra de la Comunidad, Gloria Giménez, y el intendente Milton Navarrete recorrieron la zona, supervisaron la entrega de alimentos, ropa, atención médica y articularon acciones con referentes de la comunidad originaria.

Mientras tanto, en el sur del país, la ciudad de Bahía Blanca quedó prácticamente librada a su suerte. El temporal que azotó la ciudad dejó barrios enteros bajo el agua, familias evacuadas y personas desaparecidas. Ante esa situación desesperante, el presidente Javier Milei se limitó a publicar en redes sociales que los intendentes debían “hacerse cargo” y que no se utilizaría ningún fondo nacional para asistir.

La ausencia del gobierno nacional fue total. No hubo funcionarios de alto rango recorriendo las zonas afectadas. No hubo logística nacional ni ayuda inmediata. Ni siquiera un gesto simbólico de cercanía. Fue el propio intendente Federico Susbielles quien —con recursos limitados— tuvo que encabezar las tareas de rescate y asistencia, acompañado por vecinos organizados y voluntarios.

La tristeza se profundizó este lunes cuando se confirmó lo peor: Delfina, la nena que era intensamente buscada tras el temporal fue hallada sin vida. El agua la había arrastrado durante el temporal. Su muerte golpea a toda la comunidad bahiense y deja en evidencia el abandono del Estado nacional, que ni siquiera fue capaz de ofrecer condolencias oficiales.

En Formosa, en cambio, el Estado provincial no sólo acompañó con presencia y recursos, sino también con respeto y contención. Se realizaron entregas de mercadería, pañales, elementos de higiene y se garantizó la atención médica continua. El cacique Darío Pérez, junto al pastor Valentino, agradecieron públicamente al gobernador Gildo Insfrán por no mirar para otro lado y por estar donde más se necesita.

El contraste es tan brutal como revelador. Muestra dos formas de entender la política: una, desde la empatía y la responsabilidad del Estado como garante de derechos; otra, desde la indiferencia, el desprecio por los vulnerables y la idolatría del “sálvese quien pueda”.

La tragedia de Bahía Blanca no fue solo climática, fue también política. Porque una catástrofe natural puede ser inevitable, pero el abandono del Estado no lo es. En Formosa, frente a lluvias igual de devastadoras, el accionar fue completamente distinto. Se organizó, se planificó, se asistió.

Mientras la Argentina duele por una vida perdida en la desidia, hay una lección urgente: no todas las tragedias son iguales. Algunas duelen más porque, cuando todo se derrumba, hay gobiernos que están... y otros que simplemente no quieren estar.