Datos del INDEC: la pobreza dibujada que esconde un país en crisis

El INDEC anunció que la pobreza bajó al 31,5% en el primer semestre de 2025 y que 10,5 millones de argentinos “dejaron de ser pobres”. Una cifra que en otro contexto sería para celebrar, pero que hoy huele más a maquillaje estadístico que a realidad. La UCA ya advirtió que los números están sobrerrepresentados porque se siguen usando canastas básicas del 2004. En la calle, lo que se ve no son familias saliendo de la pobreza, sino ollas populares, changas miserables y barrios cada vez más golpeados.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

9/26/20253 min read

El INDEC anunció con bombos y platillos que la pobreza en Argentina cayó al 31,5% en el primer semestre de 2025. Según los números oficiales, 10,5 millones de personas habrían dejado de ser pobres desde el pico del 2024. En cualquier otro contexto, esta noticia sería motivo de celebración, un logro para abrazarnos como sociedad y sentir, aunque sea por un instante, que el futuro podía ser distinto. Pero no. No ahora. No así.

Porque el problema es que esos 10,5 millones de argentinos que supuestamente salieron de la pobreza no aparecen por ningún lado. No se los ve en las calles, donde lo único que se respira es hambre, precariedad y desempleo. No se los ve en los comedores comunitarios, que siguen explotados de familias enteras buscando un plato de comida. No se los ve en los barrios, donde los chicos siguen yendo a la escuela con hambre y las changas se pagan menos que una carga de SUBE.

El gobierno festeja con champagne un número frío, dibujado en una planilla de Excel, mientras en la vida real lo que hay son ollas populares, changas miserables y barrios cada vez más empobrecidos. Nos quieren hacer creer que pasamos de golpe a ser un país en vías de recuperación, cuando en realidad lo que vivimos es un maquillaje estadístico obsceno.

El “milagro” explicado: dibujar la pobreza

La explicación oficial es sencilla: la baja de la inflación y cierta recuperación parcial de los salarios “permitieron” reducir los niveles de pobreza. Lo que no dicen es que la fórmula está incompleta, y que los datos oficiales se sostienen sobre una trampa metodológica.

La UCA lo señaló con claridad: mientras el INDEC siga usando canastas básicas diseñadas en 2004, los resultados van a estar sobrerrepresentados. ¿Qué significa esto? Que el descenso de la pobreza que se difunde no refleja la realidad del 2025, porque la estructura de consumo de hace 20 años ya no tiene nada que ver con la de hoy. La canasta que usa el INDEC para medir la pobreza ignora que las tarifas, los alquileres, el transporte y hasta los alimentos cambiaron de manera brutal en las últimas dos décadas.

En pocas palabras: el INDEC mide un país que ya no existe. Y mientras tanto, el gobierno festeja números que son, como mínimo, imprecisos.

La pobreza maquillada como relato político

La manipulación no es inocente. El oficialismo necesita vender un relato de éxito económico para sostener el ajuste. ¿Cómo se explica que, después de meses de motosierra, hambre y desempleo, mágicamente haya 10,5 millones de personas menos en la pobreza? Muy fácil: no se explica. Se dibuja.

El gobierno muestra estas cifras como trofeo, mientras millones siguen dependiendo de la asistencia social, de una changa ocasional o del crédito informal para sobrevivir. Las planillas del INDEC podrán mostrar una baja, pero las calles muestran otra cosa: la pobreza no desapareció, solo se la escondió debajo de la alfombra estadística.

La realidad no se maquilla

La estadística puede mentir, pero la realidad no. La pobreza sigue marcando el pulso de la Argentina, y cualquiera que camine un barrio popular lo sabe: hay más gente revolviendo la basura, más chicos pidiendo en los semáforos, más familias enteras esperando un bolsón de comida.

Este gobierno podrá seguir ajustando planillas para la foto, podrá seguir sacando pecho con un éxito que no existe, pero la vida de millones de argentinos se mide en otra moneda: la de la dignidad que les falta.

Porque la pobreza no se combate con Excel ni con discursos libertarios de ocasión, se combate con trabajo digno, con salarios reales y con políticas públicas que devuelvan esperanza. Y mientras el oficialismo se regodea con números “dibujados”, la gente sigue cayendo en la única estadística que importa: la de la desesperanza.