De la góndola al endeudamiento: el gobierno que deja a los argentinos sin comida en la mesa
Mientras el gobierno celebra la supuesta estabilidad económica, la realidad de millones de argentinos cuenta otra historia: familias que no pueden comprar carne, leche o yerba mate, mientras se endeudan para llenar el changuito o vacían sus ahorros para sobrevivir. En contraste, una élite accede a autos importados y bienes de lujo.
POLITICA NACIONAL
Por Camila Dominguez
1/13/20252 min read


En un país donde la carne y los lácteos eran símbolos de identidad, hoy muchos argentinos miran con tristeza las góndolas de los supermercados. Mientras el gobierno celebra la desaceleración inflacionaria como un logro, la realidad de las familias pinta un panorama desgarrador: la mayoría no puede cubrir las necesidades básicas, y las deudas y el desahorro se han convertido en estrategias de supervivencia.
¿Cómo llegamos hasta acá? La respuesta es clara: un modelo económico que prioriza a unos pocos privilegiados mientras ignora las necesidades de la mayoría. Según relevamientos recientes, casi el 50% de las compras de alimentos se financian con tarjetas de crédito, postergando pagos a meses futuros con intereses que ahogan. Como si esto no fuera suficiente, el 41% de las familias ha tenido que recurrir a sus ahorros, erosionando un patrimonio que costó años construir. Y para los que menos tienen, las billeteras virtuales, lejos de ser una solución, son trampas de endeudamiento promovidas desde el Estado.
El impacto de este modelo desigual no es casual. Mientras la clase trabajadora lucha para acceder a alimentos básicos como carne, leche y yerba mate, una minoría disfruta de autos y bienes importados. En el último año, el porcentaje de modelos importados en el mercado pasó del 34% al 50%. El contraste es obsceno: mientras unos disfrutan del lujo, otros tienen que elegir entre comer o pagar el alquiler.
El problema no solo es la inflación, que cerrará el año en un escalofriante 118%. También está la brutal devaluación inicial de este gobierno, que pulverizó los ingresos de los hogares. A esto se suma el aumento de tarifas en servicios básicos como luz, gas y agua, que se cuadruplicaron. ¿El resultado? Los salarios ya no alcanzan para cubrir lo esencial, y los trabajadores —a los que este gobierno prometió defender— son los más golpeados.
La situación de las familias es desesperante: el 62% de los inquilinos vive por debajo de la línea de pobreza, y el 45% ha tenido que recortar gastos en alimentos para no quedar en la calle. ¿Y el gobierno? Promueve negocios privados con intermediarios financieros como Mercado Pago, beneficiando a empresarios como Marcos Galperín mientras deja desprotegidas a las personas más vulnerables, como los titulares de la AUH, que ya están atrapados en espirales de deuda.
El relato oficial celebra una supuesta estabilidad económica y un crecimiento selectivo. Pero la verdad es otra: mientras unos pocos disfrutan de bienes de lujo, el resto del país lucha para poner un plato de comida en la mesa. ¿Es esto justicia social? ¿Es este el gobierno que prometió libertad y prosperidad para todos?
La historia no los absolverá. Gobiernan para los que más tienen, mientras los que menos tienen pierden hasta la dignidad de alimentar a sus hijos.