El boleto de Milei: entre la odisea diaria y el ejemplo formoseño

En una Argentina partida, el brutal aumento del transporte en Buenos Aires condena a los trabajadores a gastar más de 50 mil pesos sólo para llegar a sus empleos, mientras el ajuste de Milei profundiza la miseria. En contraste, Formosa sostiene equilibrio fiscal con un Estado presente que protege a los más vulnerables. Este artículo expone la trampa del ajuste libertario y demuestra que otro camino, basado en la dignidad y la justicia social, no solo es posible, sino urgente.

POLITICA INTERIOR

Por Julián Pereyra

4/29/20252 min read

Sobrevivir en el Área Metropolitana de Buenos Aires se ha convertido en un deporte de alto riesgo. En un país donde conseguir trabajo ya es una hazaña, ahora también es una proeza simplemente llegar al lugar donde uno debe cumplir su jornada. Con el último aumento en el transporte público, viajar en colectivo pasó a costar más de 50 mil pesos mensuales para quienes deben moverse todos los días. Una cifra que, para miles de trabajadores, equivale a una mutilación directa del salario.

Mientras Javier Milei celebra su "ajuste popular", en Buenos Aires la vida cotidiana se degrada a pasos agigantados. El aumento del transporte no es un dato aislado: es un nuevo golpe en una secuencia interminable de tarifazos, caída del consumo, pérdida de empleo y salarios pulverizados. La promesa de la "libertad" parece, cada vez más, una burla cruel. ¿Qué libertad tiene un trabajador que debe elegir entre comer o llegar a su trabajo?

Pero la Argentina, pese a la violencia del relato libertario, todavía ofrece ejemplos que desmienten esta lógica salvaje. Formosa, gobernada con una visión diametralmente opuesta, muestra que es posible sostener el equilibrio fiscal sin ajusticiar al pueblo. A contramano del discurso de "no hay plata" que justifica todo saqueo social, la provincia mantiene sus cuentas ordenadas y, al mismo tiempo, respalda con políticas públicas concretas a quienes más lo necesitan.

Formosa no expulsó a su gente del sistema de salud ni de la educación, no encareció brutalmente el acceso al transporte ni abandonó a su suerte a los jubilados. Sostiene un modelo que comprende que un Estado presente es el único que puede garantizar algo parecido a una vida digna. Mientras en Buenos Aires los trabajadores vacían sus bolsillos simplemente para subirse a un colectivo, en Formosa la presencia del Estado sigue siendo una red que contiene y protege.

La comparación es inevitable: mientras Milei castiga y desprecia al pueblo trabajador con un ajuste salvaje que sólo genera pobreza, exclusión y desesperanza, en Formosa se demuestra que otra política es posible. Una política que no necesita arrasar con los derechos ni justificar la miseria como "costo del éxito".

Hoy la crudeza de la calle, de los salarios que no alcanzan, de las heladeras vacías y los boletos impagables, expone la gran estafa del ajuste "popular" de Milei. No es el pueblo el que triunfa en esta Argentina arrasada. Es el hambre, la angustia y la desesperanza. Y frente a esa barbarie, ejemplos como el de Formosa nos recuerdan que la dignidad y la justicia social no son utopías: son decisiones políticas.

Mientras Milei se enorgullece de hacerle la vida imposible a los que menos tienen, hay quienes eligen gobernar con humanidad y responsabilidad. La Argentina duele, pero también resiste. Y la mentira de que "no hay alternativa" cada día se cae a pedazos frente a la realidad.