El Garrahan corre peligro: renuncias masivas, sueldos de miseria y abandono total

El Hospital Garrahan está en una situación crítica. Más de 100 profesionales renunciaron por sueldos de indigencia y jornadas extenuantes, mientras el gobierno responde con silencio, aprietes y conciliación obligatoria. Milei echó a un ministro por querer subirles el sueldo y destinó más plata a la SIDE para trolls que al hospital pediátrico más importante del país. La salud de los chicos no es prioridad.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

5/29/20253 min read

Mientras el Hospital Garrahan se desangra, mientras los médicos residentes se ven obligados a trabajar 70 horas semanales por sueldos de miseria, mientras más de 100 profesionales renuncian por no poder sostener la precarización brutal que impone el Estado, el gobierno nacional responde con lo único que sabe hacer frente al conflicto social: dictar una conciliación obligatoria. Silencio y garrote. Desprecio y represión burocrática.

Esta vez, fue el Ministerio de Capital Humano quien intervino para frenar el paro votado por los trabajadores del principal hospital pediátrico del país, una institución que es referencia en Latinoamérica y que hoy vive un vaciamiento sistemático. ¿El motivo del paro? Sueldos de hambre, condiciones de trabajo insalubres, abandono total del Estado. ¿La respuesta del gobierno? Una orden para callarlos por 15 días, como si el hambre y el desgaste pudieran esperar.

Un residente del Garrahan cobra cerca de 700 mil pesos al mes, trabajando más de 70 horas semanales y haciendo guardias de 36 horas. Una enfermera con más de una década de servicio no llega al millón de pesos. Están por debajo de la línea de pobreza, mientras salvan vidas. No hay ni un centavo de reconocimiento para quienes sostienen la salud pública. Es explotación lisa y llana.

Más de cien trabajadores —médicos, farmacéuticos, técnicos— ya renunciaron. La farmacia del hospital tuvo que restringir su horario de atención porque no hay personal. Las agendas se achican, las camas se cierran, los turnos se suspenden. Y en lugar de reforzar el presupuesto y dignificar a quienes cuidan a nuestros hijos, el Estado les da la espalda y aprieta con una conciliación obligatoria. ¿Qué más necesitan para escuchar? ¿Un cierre total?

El contraste es obsceno. Mientras el presupuesto ANUAL del Garrahan es de 27 mil millones de pesos, el gobierno de Javier Milei firmó dos decretos para destinar 33 mil millones de pesos a la SIDE, en “gastos reservados”, o lo que en la práctica significa financiar bots, trolls libertarios y operaciones digitales para atacar opositores y controlar el discurso público. Esa es la prioridad de este gobierno: propaganda y espionaje. No los chicos, no la salud, no los médicos.

Una trabajadora del Garrahan lo dijo con todas las letras: “Hace dos años que nadie del gobierno se comunica con nosotros. La última vez fue el ministro Mario Russo, que nos prometió un 35% de aumento. Y lo echaron por eso. Lo echaron por querer aumentarle el sueldo a los médicos que atienden chicos”. Así de claro. Milei echó a un funcionario por querer colaborar, por querer resolver un conflicto real, por preocuparse por la salud pública. Esa es la escala de valores que rige hoy.

¿Y qué dicen desde la Casa Rosada? El verso de siempre: “No hay plata”. Pero la plata sí está. Solo que no va a los hospitales, ni a los jubilados, ni a las escuelas, ni a los comedores. Va a la SIDE. Va a trolls. Va a blindar un discurso que repite que la salud pública es un gasto, no un derecho. Va a sostener un relato libertario que habla de libertad mientras deja sin pediatras a miles de chicos.

La situación del Garrahan no es un hecho aislado. Es un síntoma del desmantelamiento deliberado de todo lo que huela a Estado, a comunidad, a cuidado. Y no se trata de errores, sino de un proyecto: el vaciamiento como política. La precarización como norma. La salud infantil como daño colateral de una ideología que solo sabe destruir.

No hay plata para el Garrahan, pero hay millones para los trolls. Y en ese reparto de prioridades, se desnuda toda la miseria de un gobierno que ya ni siquiera se molesta en disimular.