El swap fantasma: cómo Estados Unidos “hizo dinero” mientras Argentina sumó deuda

El gobierno argentino guarda silencio mientras Scott Bessent, secretario del Tesoro de EE.UU., se jacta de haber “hecho dinero” con un swap que dejó a la Argentina más endeudada. Una operación opaca, sin documentos públicos ni explicaciones oficiales, que combina especulación financiera, condicionalidad política y presión geopolítica para “sacar a China del país”.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Dominguez

11/12/20255 min read

Hay algo profundamente insultante en escuchar a un funcionario extranjero jactarse públicamente de haber “hecho dinero” con la situación de tu país. Scott Bessent, secretario del Tesoro de los Estados Unidos, lo dijo sin rubor: el gobierno norteamericano “ganó plata” con la operación financiera que “estabilizó” a la Argentina en plena campaña electoral. Lo dijo con la tranquilidad de quien sabe que no tiene nada que explicar, mientras del lado argentino reina el silencio, la opacidad y la obediencia.

Según el propio Bessent, lo que se activó fue un swap, es decir, una operación financiera en la que Estados Unidos aportó dólares al mercado local antes de las elecciones, los cambió por pesos, colocó esos pesos en Letras con intereses, y después, con el triunfo de Milei ya asegurado, activó un canje de monedas que convierte ese dinero en deuda en dólares para el país. En criollo: Washington entró, especuló, ganó, y se fue. Argentina quedó con la factura.

La maniobra: “entró y salió” con ganancia

El consultor financiero Cristian Buteler lo explicó sin tecnicismos: “Antes de las elecciones, el Tesoro norteamericano ingresó dólares al mercado cambiario. Los pesos que obtuvo los colocó en una Letra que rinde intereses. Luego del triunfo electoral de Milei, la ganancia cambiaria ya estaba hecha. Pero como no podían retirar los dólares directamente, activaron el swap. Eso significa que Argentina se endeuda en dólares con Estados Unidos para devolver la plata del negocio”.

Traducido a la realidad: Estados Unidos no “ayudó” al gobierno libertario. Hizo un carry trade de manual, con respaldo político y diplomático. Bessent lo reconoció con orgullo. Lo llamó “una oportunidad generacional para crear aliados en América Latina”. Lo que no dijo es que esa “alianza” nos deja más endeudados, más dependientes y menos soberanos.

En la City porteña se habla de cifras que oscilan entre los 2.700 y 3.000 millones de dólares. Parte de ese dinero se usó para cancelar vencimientos con el FMI, y el resto para contener el dólar en las semanas más calientes de octubre. Pero nadie sabe con certeza de dónde salió, bajo qué condiciones ni quién firmó el contrato. No hay resolución oficial, no hay documentos públicos, no hay explicaciones del ministro Caputo.

Opacidad total: una deuda sin papeles

El gobierno argentino no dijo una palabra sobre las condiciones financieras del swap: ni montos, ni plazos, ni tasas, ni garantías. Ni siquiera si ese dinero puede ser exigido de inmediato o si tiene vencimientos escalonados. En otras palabras, estamos frente a una operación de deuda externa sin la más mínima transparencia.

El diputado Carlos Castagneto lo resumió en tres pasos: “1) Bessent trajo dólares; 2) los cambió por pesos con una tasa privilegiada del Gobierno; 3) volvió a cambiarlos por dólares del swap. Resultado: Bessent no prestó plata, solo hizo un cambio que nos dejó con más deuda”.

Y tiene razón. No hay rescate ni cooperación. Hay una operación especulativa con ganancia para Washington y deuda para Buenos Aires. Una transferencia de recursos encubierta bajo el discurso de la “estabilización”.

Lo más obsceno es que el propio Bessent se jactó de que Estados Unidos “ganó dinero”. No dijo “ayudamos a estabilizar una democracia amiga”, dijo “ganamos dinero”. Es la sinceridad brutal del imperialismo financiero en el siglo XXI: te estabilizan a cambio de hipotecarte.

El argumento moral también se derrumba solo. Bessent llegó a decir que prefería “ganar plata estabilizando al gobierno argentino antes que disparar a narcolanchas si el gobierno colapsa”. La lógica es delirante: financiar un ajuste a cambio de control político.

Geopolítica y sumisión: el precio de “sacar a China”

Y ahí aparece otro costado, todavía más inquietante. En su misma declaración, Bessent habló de “sacar a China de la Argentina”. ¿Qué significa eso? Que la supuesta ayuda económica tiene un componente geopolítico explícito: condicionar la orientación internacional del país.

Es una amenaza disfrazada de inversión. Estados Unidos compra influencia política a través de la deuda. A cambio de dólares, exige alineamiento. ¿Se entiende la magnitud de esto? No solo se compromete el futuro económico: se condiciona la política exterior, las decisiones soberanas y las alianzas estratégicas del país.

Mientras tanto, desde el Gobierno no sale una palabra. Ni una conferencia de prensa, ni un informe técnico, ni una línea en el Boletín Oficial. Es un pacto entre pocos, firmado en la oscuridad y financiado con el futuro de todos.

Un acuerdo condicionado al poder

Bessent fue aún más lejos: sugirió que sin su intervención, Milei habría perdido la elección. Y, de manera apenas velada, advirtió que si cambia el signo político, el apoyo financiero se esfuma y el país podría entrar en crisis.

Eso no es una operación económica. Es un condicionamiento político. Es una amenaza directa a la democracia argentina. Un mensaje que dice: “si no gobiernan los nuestros, se acaba la estabilidad”. Es el tipo de chantaje financiero que destruye la soberanía de cualquier país.

¿Cuánto dinero exactamente ingresó? ¿Qué tasa se pactó? ¿Cuál es el plazo del swap? ¿Cuáles son las garantías que pidió Estados Unidos? ¿Hay cláusulas secretas? ¿Puede exigirse el pago de inmediato?
Ninguna de esas preguntas tiene respuesta oficial. El Gobierno habla de “estabilización” y “confianza internacional”, pero en los hechos lo que hizo fue hipotecar el país para obtener dólares que duraron apenas unas semanas.

Y ahora, con el swap activado, la Argentina vuelve a cargar con deuda en dólares. Deuda que nadie autorizó, que nadie debatió y que nadie explicó.

La democracia no se compra ni se alquila

La operación Trump–Milei, como ya la llaman en Washington, es una radiografía perfecta del nuevo modelo de dependencia. No hace falta invadir ni imponer dictaduras: alcanza con abrir la puerta a la deuda y dejar que el mercado decida quién puede gobernar.

La democracia argentina no puede tolerar eso. La ciudadanía, el Congreso, la Justicia deben exigir explicaciones, documentación, auditoría y rendición de cuentas. No se puede aceptar que un funcionario extranjero anuncie con total impunidad que “hizo dinero” con una operación de deuda que nadie en el país conoce.

Porque mientras Bessent cuenta sus ganancias y Caputo esquiva las preguntas, lo que se está jugando es algo mucho más grande: la soberanía nacional.

Una vez más, la historia se repite con el mismo libreto: promesas de estabilidad, dólares frescos, deuda nueva, y silencio. La diferencia es que ahora el Gobierno ni siquiera disimula. Aplaude la intervención extranjera como si fuera un logro propio.

Pero la verdad es otra: nos endeudan para sostener un modelo político y económico inviable, y lo hacen a espaldas del pueblo.

Mientras el resto del mundo invierte en independencia energética, innovación y desarrollo, Argentina sigue vendiendo su autonomía al mejor postor, endeudándose en la sombra y aplaudiendo el “rescate” que no fue.

Y todo, una vez más, para mantener viva la motosierra del ajuste y la destrucción estatal.