En el país de las vacas, el consumo de carne es el más bajo de los últimos 22 años: hasta la carne nos sacaron

En el país de las vacas, el consumo de carne por habitante cayó al nivel más bajo en 22 años. Mientras las exportaciones alcanzan cifras récord, millones de argentinos no pueden acceder a este alimento esencial debido a precios impagables. Una situación que refleja el impacto devastador de las políticas económicas actuales, donde hasta la carne, símbolo de la identidad nacional, se convierte en un lujo.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Dominguez

12/18/20242 min read

Argentina, conocida históricamente como el país de las vacas, atraviesa un momento crítico en uno de sus símbolos más icónicos: el consumo de carne vacuna por habitante se desplomó a niveles inéditos en las últimas dos décadas. Según un informe de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados (Ciccra), en noviembre, el promedio anual por habitante se ubicó en 47,4 kilos, marcando el registro más bajo en 22 años. Mientras tanto, las exportaciones de carne alcanzan récords históricos.

El contraste es brutal. La carne, ese alimento que durante generaciones fue sinónimo de la mesa argentina, se aleja cada vez más de los platos de millones de familias. En los primeros 11 meses del año, el consumo interno por habitante fue un 11,1% inferior al promedio de 2023. Y aunque los frigoríficos faenan menos cabezas que el año pasado, las exportaciones aumentaron un 14,5%, alimentando las mesas de otros países mientras los argentinos apenas pueden permitirse mirarla desde las vidrieras.

Exportamos carne, importamos hambre

La mayoría de la carne argentina ya no queda en casa. En octubre, las exportaciones alcanzaron 56,2 mil toneladas, impulsadas por las ventas a mercados como China, Estados Unidos y Alemania. Según Ciccra, se trata de cifras récords en una perspectiva histórica. Mientras tanto, las familias argentinas enfrentan precios imposibles: la suba promedio de la hacienda negociada en Cañuelas fue del 7,6% en noviembre, con un aumento interanual que roza el 114,4%.

El resultado de esta ecuación es devastador: más carne en los barcos, menos en las mesas. En palabras simples, mientras la producción alimenta mercados extranjeros, en Argentina alimentamos la tristeza de quienes no pueden darse el lujo de comprar carne.

La vaca ya no es nuestra

Lo que estamos viendo no es solo un problema económico, sino un golpe directo a nuestra identidad. Argentina, tierra de asados y tradiciones en torno al fuego, se encuentra frente a una realidad impensada: la carne es un lujo que muchos no pueden permitirse. Según Ciccra, el nivel de actividad de la industria frigorífica fue 11,1% menor en comparación al pico alcanzado en octubre. Además, la caída de la actividad, producto de sequías y una política económica sin rumbo, ha reducido el stock ganadero, lo que hace prever que la situación no mejorará en el corto plazo.

En el país de las vacas, el asado ya no es un derecho, sino un privilegio. La desconexión entre quienes toman decisiones y quienes sufren sus consecuencias es obscena. Mientras tanto, los números récord de exportación son presentados como un logro del gobierno, ignorando el hambre de quienes viven acá.

¿Qué nos queda?

Es inadmisible que en un país como Argentina, donde las vacas nos definen, nos saquen incluso la carne. Los precios impagables, las políticas que priorizan el mercado externo y el ajuste constante sobre los trabajadores están llevando a los argentinos a un lugar de desesperanza. Hasta la carne nos sacaron, y con ella, una parte esencial de nuestra historia y cultura.

En cada mesa vacía, en cada plato sin carne, se ve el fracaso de un modelo que prioriza las ganancias de unos pocos por encima del bienestar de todos.