Escracho y repudio en Oberá: la motosierra ya no asusta, pero sí indigna
No hay marketing libertario que tape el olor agrio de la yerba que se pudre sin cosechar en los campos de Misiones. No hay relato de "libertad" que alcance cuando los trabajadores tienen que dejar la tijera en el suelo porque el precio que se les paga no cubre ni el costo del almuerzo. Y no hay símbolo más claro del desprecio del poder que una funcionaria que, ante el grito de auxilio de su pueblo, se encierra en un local para evitar escucharlo. Eso fue lo que pasó con Karina Milei en Oberá.
POLITICA INTERIOR
Jasmin Ortellado
5/30/20252 min read


La hermana del Presidente —autodenominada "el Jefe" del espacio gobernante— viajó a Misiones a hacer campaña y terminó viviendo en carne propia la reacción de una sociedad harta. Harta del ajuste, harta de la soberbia, harta de que el gobierno nacional le dé la espalda al trabajo real, al que se hace bajo el sol y entre las hojas de Ilex Paraguariensis. Lo que Karina fue a buscar —una foto proselitista con militantes obedientes— chocó de frente con la bronca acumulada de los tareferos, los productores y los vecinos.
No fue una protesta aislada. Fue el grito organizado del Movimiento Agrario de Misiones (MAM) y la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones (APAM), que le exigieron al gobierno dos cosas simples: que devuelva las funciones al Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), desmantelado por el DNU 70/2023, y que nombre de una vez a su presidente. Nada más elemental para que el sector pueda fijar precios y evitar la extorsión de una industria que, hoy, paga lo que quiere, cuando quiere, y como quiere. Hasta en 120 días. Mientras tanto, la yerba queda en el suelo.
Pero la funcionaria no los escuchó. No quiso. Se refugió. Tuvo que esconderse —literalmente— para evitar el contacto con los manifestantes, que intentaron entregarle un petitorio y recibieron como respuesta el desprecio y el ninguneo. La escena fue elocuente: Karina Milei, la jefa de un gobierno que habla de valentía, escapando entre insultos y ramas de yerba, resguardada por custodios, mientras la realidad la corría por las calles de Oberá.
El acto libertario se convirtió en papelón. Militantes del oficialismo increparon con prepotencia a los trabajadores rurales, sumando violencia al desprecio. ¿Es ese el gobierno del pueblo? ¿Ese es el modelo de la “libertad”? Porque libertad no es que el empresario pague lo que quiera; es que el productor pueda vivir de su trabajo. Libertad no es desregular hasta el caos; es garantizar reglas claras que eviten el abuso. Libertad no es cerrar los ojos ante el hambre y el abandono.
Misiones no fue un caso aislado. Es un síntoma. Un reflejo del país profundo, que empieza a despertar del espejismo libertario. La motosierra, convertida en ícono, no construye futuro: destruye instituciones, pulveriza derechos, y hace retroceder al país en nombre de un falso orden económico. Pero hasta la paciencia tiene un límite.
Karina Milei se fue de Oberá sin escuchar, sin entender y sin dar respuestas. Pero el mensaje ya se lo dejaron claro: el pueblo no está dispuesto a seguir pagando el costo de un experimento que solo favorece a los de arriba. Y cuando la bronca baja de las chacras a las calles, ni el marketing, ni los custodiados blindajes sirven para taparla.