Francisco: el Papa cristiano, argentino y peronista que enfrentó a los poderosos hasta el final

Murió Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco. Y con él se va una de las voces más incómodas para los poderosos del mundo. Pero no se apaga su legado. Fue cristiano por fe, argentino por sangre, y peronista por convicción: abrazó a los humildes, caminó con los descartados y no dudó en señalar a quienes, desde los trajes de la política o las finanzas, pisotean la dignidad humana.

POLITICA NACIONAL

Julian Pereyra

4/21/20252 min read

Desde Roma, con una sotana blanca y un corazón villero, Francisco denunció las injusticias de un sistema económico que “mata” y que “pone al dinero por encima del ser humano”. No lo dijo en off. No lo escondió. Lo gritó desde el Vaticano, incomodando a los mercados, a las derechas globales, y también —y especialmente— al actual gobierno argentino encabezado por Javier Milei.

Francisco no necesitó nombrarlo para dejar claro lo que pensaba. Sus críticas al “anarco-capitalismo”, a la “cultura del descarte”, y a los discursos de odio fueron flechas directas a figuras como Milei, que enarbolan un modelo de país donde los pobres sobran, el Estado desaparece y la patria se entrega al mercado.

En más de una ocasión, Milei lo insultó, lo tildó de "imbécil" y "representante del maligno". Francisco nunca respondió con la misma moneda. Su respuesta fue el silencio del sabio y las palabras del Evangelio. Mientras Milei hablaba de motosierra y ajuste, Francisco hablaba de solidaridad, justicia social y comunidad organizada.

Fue un Papa con olor a pueblo. Se sentaba con cartoneros, abría las puertas del Vaticano a los movimientos sociales y levantaba la voz en defensa de los trabajadores. Su Argentina no era la de los ricos que fugan capitales, sino la de las abuelas de pañuelo blanco, los curas villeros, las madres luchadoras, los pibes que sueñan con una vida digna.

En un país golpeado por el ajuste brutal y la deshumanización promovida desde el poder, su figura se volvió todavía más luminosa. No era solo el jefe de la Iglesia Católica: era un argentino que no se olvidó de dónde venía, que llevó a la villa 31 en el corazón, y que entendía la política como herramienta para transformar la realidad, no para devastarla.

Hoy el mundo lo llora, pero el pueblo lo abraza. Porque Francisco no fue neutral. No se escondió detrás de un discurso tibio. Fue un líder espiritual y político que eligió estar del lado de los que sufren. Y eso, en estos tiempos, es revolucionario.

Se fue el Papa. Pero queda su palabra, su ejemplo y su lucha. La de un cristiano, argentino y peronista que creyó, hasta el final, que un mundo más justo era posible.