Inflación de noviembre: precios en alza, salarios estancados y un fracaso que ya no pueden tapar
Mientras el Gobierno intenta vender la inflación de noviembre como una señal de “estabilidad”, la realidad vuelve a golpear en la cara: los precios subieron 2,5%, aceleraron respecto a octubre y confirmaron que el tan prometido 0% sigue siendo una fantasía imposible. En la calle, lejos de los números dibujados, los alimentos aumentan semana a semana, las tarifas no paran de ajustarse y la canasta básica sube más rápido que cualquier índice oficial. Un fin de año en el que la plata rinde cada vez menos, mientras el Gobierno celebra un relato que no coincide con nada de lo que viven los argentinos todos los días.
POLITICA NACIONAL
Por Julián Pereyra
12/12/20253 min read


La inflación de noviembre finalmente fue del 2,5%, según confirmó el Indec. Y aunque el Gobierno intenta instalar que esta cifra es un “éxito”, un signo de “orden” o el resultado de algún tipo de “estabilidad macroeconómica”, la realidad es exactamente la contraria: la inflación volvió a subir, se aleja cada vez más del supuesto sendero descendente y deja en evidencia que la promesa del 0% fue un cuento de campaña que ya ni el propio Presidente sostiene.
El dato es contundente: el IPC subió del 2,3% de octubre al 2,5% en noviembre, marcando el sexto mes consecutivo sin descenso, desde aquel 1,5% excepcional de mayo. Es decir, desde mitad de año, los precios no solo no bajan: o suben o se quedan clavados en un piso que nadie logra perforar. Un piso del 2% que Milei prometió derribar, pero que la realidad se empeña en mantener firme.
A esto se suma otro dato que complica aún más el relato oficial: por primera vez desde que Milei asumió, la inflación interanual volvió a subir. Pasó de 31,3% a 31,4%, evidenciando que la supuesta “batalla contra la inflación” está lejos de estar ganada. Lejos incluso de mostrar algún avance real.
Mientras tanto, el discurso del Gobierno sigue intentando sostenerse en tecnicismos y explicaciones de laboratorio. Que las bandas, que la emisión cero, que el déficit. Pero todo eso queda en ridículo cuando se contrasta con la vida cotidiana de los argentinos. Porque, en la calle, la inflación nunca bajó.
En ningún supermercado, en ninguna carnicería, en ningún almacén apareció esa “desinflación” que los funcionarios repiten como mantra. Los precios suben todas las semanas. Los alimentos crecieron en noviembre 2,8%, por encima del promedio. La carne tuvo saltos de hasta 6%. Las frutas hasta 18% en algunas mediciones. Y las tarifas —por la quita de subsidios— metieron aumentos del 3% al 3,5% en luz, gas, agua y transporte.
La canasta básica, ese termómetro que marca cómo viven los que menos tienen, subió aún más:
3,6% la total y 4,1% la alimentaria, dejando a millones todavía más lejos de llegar a fin de mes. Ese es el verdadero dato que importa. No el “2,5%” que el Gobierno intenta vender como señal de triunfo.
Mientras la actividad económica sigue en coma, mientras el consumo se desploma, mientras las pymes cierran, mientras la industria no despega, los precios siguen firmes, inflexibles, demostrando que la inflación no está controlada, que la inercia inflacionaria sigue viva y que la situación es mucho más frágil de lo que el Gobierno admite. Y todo esto ocurre con una recesión profunda. Imaginemos lo que sería sin recesión.
La promesa del 0% de inflación, esa bandera que Milei agitó durante toda la campaña electoral diciendo que iba a lograrse entre los 18 y 24 meses de gestión, quedó completamente pulverizada. Tanto, que el propio Presidente ya la pateó para agosto de 2026. Traducido: admitió que lo que prometió era imposible. El dato de noviembre simplemente lo confirma.
Porque lo que la gente vive todos los días —y que el Gobierno prefiere ignorar— es que la inflación sigue ahí, metida en la cabeza de todos, en la góndola, en la tarifa, en la SUBE, en la mesa, en la heladera cada vez más vacía.
La distancia entre el relato oficial y la realidad nunca fue tan grande. Mientras el Gobierno celebra porcentajes que no significan nada para la vida real, los argentinos siguen haciendo malabares para comer, para pagar la luz, para llegar al día 10 sin fundirse.
La inflación de noviembre no es solo un número: es la confirmación de que la estrategia económica del Gobierno no está funcionando, que el supuesto “orden” no llega a las calles y que las promesas de campaña quedaron archivadas junto a tantos otros slogans vacíos.
Y que, por ahora, lo único que baja en la Argentina es la calidad de vida.
