Interna libertaria: Francos vs Gordo Dan y el show que expone la grieta en el gobierno
La interna libertaria entre Francos y Gordo Dan desnuda el caos en La Libertad Avanza: tuits ofensivos, egos desbordados y un conflicto que mezcla bronca, humor ácido y pelea digital. Mientras Francos intenta apagar incendios, la patota de Gordo Dan grita “vehemencia y frontalidad”, mostrando un gobierno que se devora a sí mismo y confunde reality show con política seria.
POLITICA NACIONAL
Por Julián Pereyra
9/5/20253 min read


Hay internas políticas que parecen debates serios sobre el rumbo del país. Y después está esto: un influencer libertario que se hace llamar “Gordo Dan”, un tuit miserable contra el senador Luis Juez y su hija con discapacidad, y un jefe de Gabinete de 75 años que termina jugando de niñera para ponerle freno al pibe de redes. Argentina, 2025. Si no fuera tan indignante, sería casi gracioso.
Todo arrancó cuando Daniel Parisini, alias Gordo Dan, decidió apretar “tweet” y disparar una bomba contra Juez: un ataque personal, cruel y cobarde que mezcló cuestiones familiares con política, como si el dolor de una familia fuera un insumo más para el marketing de “Las Fuerzas del Cielo”. El repudio fue generalizado, y ahí apareció Guillermo Francos, el veterano de mil batallas, que con más experiencia que reflejos salió en TN a decir lo obvio: que el mensaje era “repudiable, una barbaridad y fuera de lugar”.
Hasta ahí, uno pensaba que la cosa terminaba con el Gordo borrando el tuit y pidiendo disculpas. Pero no. Porque en la lógica libertaria, cuando metés la pata, no reculás: redoblás la apuesta. Y así fue. El Gordo Dan, en vez de llamarse a silencio, la emprendió contra el propio Francos, acusándolo de “no entender la vehemencia y frontalidad históricas de LLA”. Sí, le dijo tibio al tipo que lo acababa de salvar del papelón nacional. Un fuego cruzado que parece más sketch de Capusotto que interna política.
Las Fuerzas del Cielo contra el bombero Francos
De un lado, la patota digital que se cree la dueña de Milei, esos que gritan “casta” pero que se manejan como barra brava de red social. Del otro, Francos, que hace equilibrio como puede, apagando incendios con un balde agujereado. Lo insólito es el timing: esto pasa justo después de que el Senado le diera un cachetazo histórico a Milei, rechazando su veto a la Ley de Emergencia en Discapacidad.
En ese contexto, atacar a Juez y a su hija es tan inteligente como prenderse fuego adentro de una estación de servicio para fumar un pucho. Es pegarse un tiro en el pie con un bazooka, y encima festejarlo.
La casta, pero versión conventillo
Lo gracioso (si se puede llamar gracioso) es que esta gente llegó al poder con el discurso de “terminar con la casta”. Y hoy, entre coimas, peleas de conventillo y egos inflados, parecen una remake barata de lo peor de la política argentina. Milei jugando a ser profeta, Karina manejando el kiosco como si fuera la dueña de la esquina, y los libertarios digitales repartiéndose el rol de verdugos en Twitter.
Lo de la “vehemencia y frontalidad” suena lindo en el flyer, pero cuando la usás para bardear a la hija de un senador con discapacidad, se convierte en crueldad pura y dura. Mientras tanto, Francos pide disculpas, Milei hace silencio, y la interna se convierte en reality.
Reality barato de cuarta
La postal es clarísima: un gobierno que en lugar de gobernar se dedica a pelearse consigo mismo. De un lado los gritos, del otro los pedidos de perdón, y en el medio un presidente que mira todo como si fuera un espectador más de este reality barato, con libreto flojo y actores de reparto que creen estar haciendo historia.
Porque ese es el chiste final: Milei repite “histórico” cada dos frases. Bueno, lo que estamos viendo es histórico, sí, pero por lo bizarro. Una gestión que se devora sola a fuerza de crueldad, egos y peleas ridículas, mientras el país espera soluciones que nunca llegan.
Al final, el enojo que queda es el de siempre: mientras ellos hacen catarsis en redes y juegan a ver quién tiene más vehemencia, la gente sigue contando monedas. Y el gobierno que decía venir a “terminar con la casta”, se transformó en la peor novela de chusmerío político: mala, repetida y de cuarta categoría.