Karina-Gate: el insólito relato conspirativo ruso-venezolano-kirchnerista para tapar las coimas

El Gobierno, acorralado por el Karina-Gate y los audios de las coimas en la ANDIS, ahora apela a un insólito relato conspirativo: según ellos, todo es una opereta ruso-kirchnerista con ayuda de Venezuela, Bolivia y hasta la AFA. Mientras tanto, censuran periodistas, allanan medios y persiguen abogados para que nadie hable del famoso 3% para Karina.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

9/2/20253 min read

El gobierno de Javier Milei entró en la fase más obscena de su corta, pero intensa, carrera hacia el abismo: la censura descarada. El Karina-Gate, el escándalo de las coimas y los audios filtrados que comprometen a Karina Milei, a Lule Menem y a la Agencia Nacional de Discapacidad, dejó al oficialismo contra las cuerdas. ¿La respuesta? No dar explicaciones, no rendir cuentas, no desmentir. Nada de eso. La estrategia elegida fue la que, en teoría, jamás iban a usar: perseguir periodistas, prohibir hablar y usar el aparato estatal para callar bocas.

La flamante ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se puso el traje de gendarme digital y, con el manual de la vieja política en la mano, salió a “investigar” a medios y comunicadores. El canal de streaming Carnaval Stream, que tuvo la osadía de publicar los audios, sufrió allanamientos, amenazas y denuncias. Periodistas como Jorge Rial y Mauro Federico, acusados de la herejía de hablar en voz alta de lo que todo el país ya escucha en redes, fueron transformados en enemigos del Estado.

Y como si esto fuera poco, el gobierno encontró su socio perfecto en la Justicia: el juez Alejandro Maraniello, quien ordenó la prohibición de difundir los audios. Sí, un juez que no es precisamente “un santo varón”: acumula al menos 8 denuncias en el Consejo de la Magistratura, varias por acoso y abuso contra empleadas. Ese mismo personaje es ahora el guardián de la “institucionalidad”. El libertarismo que se jactaba de enfrentar a “la casta”, terminó abrazando al peor ejemplar de ella.

Pero lo más tragicómico es el relato conspirativo con el que intentan justificar esta avanzada represiva. Según la versión oficial, todo esto es una “opereta kirchnerista” diseñada nada menos que con ayuda de los rusos, venezolanos, bolivianos… ¡y hasta la AFA! Una mezcla de la Guerra Fría con un fixture de la Copa de la Liga. Falta poco para que anuncien que Cristina contactó a un alienígena para bajar línea desde Marte. El nivel de delirio es tan grotesco que ya ni provoca indignación: directamente da risa… y vergüenza ajena.

El verdadero objetivo es clarísimo: evitar que se hable de la corrupción en la ANDIS, del famoso “3% para Karina” y de cómo el gobierno libertario terminó replicando el manual completo de la casta que juraba combatir. El “no somos lo mismo” duró lo que un fernet en la Costanera. Hoy, Milei y su troupe usan las mismas prácticas que antes señalaban como la esencia de la decadencia argentina.

Mientras tanto, en la calle, la bronca crece. No sólo en redes, donde Karina Milei se volvió tendencia permanente asociada a las palabras “corrupción” y “coimas”, sino también en episodios concretos: banderas, cantitos, escraches, corridas como la de Corrientes y hasta el insólito y colorido brócolicazo en Lomas de Zamora. La sociedad está harta y empieza a devolverle al gobierno su propio veneno.

La maniobra desesperada refleja algo más profundo: un oficialismo débil, acorralado, sin relato y con encuestas que muestran un desplome acelerado en la imagen de Karina Milei a días de elecciones clave. El show de la motosierra terminó convertido en un sketch de censura barata, persecución y paranoia.

Y, al final, lo que queda en evidencia es que la única “operación” en curso es la del propio gobierno. No es de rusos, ni de kirchneristas, ni de venezolanos, ni de la AFA. Es la que ellos mismos montaron: un aparato de poder basado en la corrupción, las coimas y la mentira, que ahora se les desarma en vivo y en directo, mientras corren detrás de periodistas para que nadie mencione el famoso 3% para Karina.