La cruel miseria de la jubilación mínima y las prioridades retorcidas del gobierno

La jubilación mínima en Argentina refleja la crueldad de un sistema que condena a nuestros mayores a vivir en la miseria. Mientras tanto, el gobierno de Milei prioriza recursos para perseguir opositores, en lugar de garantizar un retiro digno.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Dominguez

11/25/20242 min read

En un país donde la jubilación mínima es de $259.598,76, la indignación no alcanza para describir la brutalidad de un sistema que deja a nuestros mayores en el abandono. Mientras los jubilados se debaten entre pagar medicamentos o comer, el gobierno de Javier Milei prefiere destinar recursos a crear una red de vigilancia para perseguir a quienes piensan distinto.

Sí, la plata está, pero no para quienes sostuvieron este país durante décadas, sino para alimentar maquinarias de control, premiar a "ciudadanos modelo" y asfixiar al resto. La última "joya" del sistema es la propuesta de "premiar" solo a los jubilados que aportaron sin recurrir a moratorias, en un intento de dividir y despreciar a quienes necesitan ayuda.

A esto se suma el escándalo de la suspensión de créditos a bajas tasas por parte del ANSES, una medida que representaba un alivio mínimo pero significativo para miles de jubilados. Ahora, ese respiro también les ha sido arrebatado.

Para diciembre, el aumento de las jubilaciones será de un ridículo 2,69%, apenas un susurro frente al estruendo de la inflación que consume salarios y pensiones. ¿Qué pueden hacer nuestros mayores con $259.598,76? ¿Pagar los servicios, los medicamentos, la comida? La realidad es que no pueden, y la insensibilidad del gobierno se hace más evidente con cada decisión.

Mientras tanto, los jubilados enfrentan un trato cruel y despectivo. El sistema previsional está bajo ataque directo, no solo por el congelamiento de beneficios, sino por la evidente falta de empatía de quienes deberían garantizar un retiro digno.

Las prioridades del gobierno son claras: el ajuste no toca a los poderosos ni a los intereses políticos, pero sí golpea con saña a los más vulnerables. Los jubilados son víctimas de una insensibilidad atroz, mientras el dinero público se dilapida en proyectos inútiles y persecuciones políticas.

Esto no es solo una crisis económica; es una crisis moral, una que afecta directamente a quienes ya lo han dado todo por este país. ¿Cuántas vidas más deben sacrificarse en nombre de un ajuste que no tiene fin? La respuesta está en las calles, donde cada vez más voces se levantan contra este gobierno que desprecia a los que más lo necesitan.