La libertad de pagar más: agosto llega con aumentos que pulverizan el relato libertario

Agosto llega con una batería de aumentos que desmienten el relato oficial de “inflación controlada”. Suben el transporte (colectivos, subtes), prepagas, alquileres, combustibles, y servicios como luz, gas y agua. En un país donde cada mes es más caro que el anterior, estos incrementos profundizan el deterioro del poder adquisitivo. El Gobierno celebra una supuesta estabilidad que no se refleja en la vida real. La “libertad” prometida se convierte en ajuste permanente.

POLITICA NACIONAL

Por Julián Pereyra

7/29/20252 min read

El octavo mes del año arranca con una nueva andanada de aumentos que golpean, una vez más, el bolsillo de los argentinos. Colectivos, subtes, prepagas, alquileres, combustibles, servicios públicos y hasta las expensas: todo sube. Todo, menos los salarios. Y lo que es peor, casi todos los incrementos se ubican por encima del nivel de inflación. ¿No era que la inflación “se terminó”?

Desde el 1º de agosto, el transporte público volverá a actualizar sus tarifas: en CABA, los colectivos y subtes aumentan un 3,6%, lo que lleva el valor del boleto mínimo a $506 en el AMBA y más de $1000 por viaje en subte. Las líneas nacionales ya habían aumentado un 6,2% en julio. En paralelo, las prepagas aplicarán incrementos que van del 1,3% al 1,95%, lo que vuelve a golpear directamente a los sectores medios que ya redujeron al mínimo sus gastos en salud. Como si fuera poco, los inquilinos que todavía están bajo contratos con aumentos semestrales sufrirán una suba del 55,67%.

A esto se suma la presión silenciosa pero constante de los aumentos en naftas, impulsados por el descongelamiento de los impuestos al combustible líquido y al dióxido de carbono. Y aunque el Gobierno aún no confirmó aumentos en las tarifas de luz, gas y agua, la política de “Revisión Quinquenal” ya habilitó actualizaciones mensuales indexadas por inflación. Es decir, otra bomba de tiempo a punto de estallar en las boletas de servicios esenciales.

En total, estamos hablando de un escenario donde vivir es cada vez más caro, incluso para quienes aún conservan empleo formal. Las expensas trepan con los aumentos de tarifas, los colegios privados ajustan cuotas, y los alimentos siguen en alza, aunque ya ni figuren como prioridad en los discursos oficiales.

Y en medio de esta tormenta tarifaria, el gobierno libertario continúa celebrando una supuesta “desinflación” como si eso alcanzara. El relato oficial repite que “el ajuste ya pasó”, que “estamos mejorando”, que “lo peor quedó atrás”. Sin embargo, para la mayoría de los argentinos, lo peor está empezando todos los meses.

Peor aún es la estrategia deliberada para frenar las paritarias: en la Secretaría de Trabajo hacen la plancha y dilatan homologaciones, condenando a miles de trabajadores a ver cómo sus ingresos quedan rezagados frente al aumento incesante del costo de vida.

La desconexión entre el discurso libertario y la realidad cotidiana es tan evidente como dolorosa. Mientras en Twitter se arman hilos con memes de Friedman y discursos rimbombantes sobre “la libertad”, en las calles la gente recorta gastos, deja de pagar servicios o directamente vuelve a endeudarse para llegar a fin de mes. La “libertad” que prometieron termina siendo la libertad de elegir qué cuenta no pagar.

Así, agosto nos recibe con un déjà vu: un país donde cada mes es más caro que el anterior, donde el futuro se achica y el presente pesa. Un país donde el único precio que baja es el de la dignidad. Porque en la Argentina libertaria, la inflación “no existe”... salvo en los boletos, las boletas y las góndolas.