La pobreza no perdona: el salario formal ya no alcanza ni para la canasta básica

La crisis económica sigue golpeando con fuerza a los trabajadores argentinos: la pobreza se extiende incluso entre aquellos con empleo formal. Un nuevo informe revela un dramático aumento en la cantidad de asalariados, tanto del sector privado como público, que no logran cubrir una canasta básica. Con sueldos que se desmoronan y la inflación imparable, el trabajo dejó de ser un refugio seguro, evidenciando la gravedad de la situación y la falta de respuestas efectivas para frenar este declive.

Por Julian Pereyra

10/26/20242 min read

El panorama económico argentino continúa deteriorándose a pasos acelerados, afectando incluso a quienes cuentan con empleo formal, lo que evidencia el profundo impacto de la crisis actual. Desde inicios de 2023, la situación ha empeorado a tal punto que el trabajo registrado dejó de ser sinónimo de estabilidad económica. Datos recientes del Centro de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo (CETyD) de la Universidad de San Martín revelan un alarmante incremento de trabajadores del sector privado y público que no logran cubrir una canasta básica. La cantidad de empleados privados en esta situación creció un 71%, mientras que en el sector público el aumento es aún más alarmante: 154%.

Estos números exponen una realidad inaceptable para un país que alguna vez consideró el empleo formal como garantía de inclusión social. Hoy, casi un tercio de los trabajadores registrados enfrentan la pobreza, lo que marca un cambio dramático en un fenómeno que, hasta hace poco, era marginal para los asalariados con empleo estable. La proporción de trabajadores privados pobres pasó del 17% al 30%, mientras que en el sector público se disparó del 11% al 28%.

La economía en picada no solo afecta a los trabajadores formales. La indigencia también se incrementa peligrosamente entre los informales, quienes ya estaban en condiciones precarias antes de la actual crisis. Según el informe del CETyD, el 24% de los empleados informales y el 22% de los cuentapropistas se encuentran hoy en la indigencia. Es decir, no logran siquiera cubrir lo mínimo necesario para subsistir. La profundización de la pobreza se ha vuelto una constante, y el impacto en la calidad de vida de la población es devastador.

El empleo formal, lejos de ser una barrera contra la pobreza, está sumido en una caída que se traduce en la pérdida de 180 mil puestos de trabajo en los últimos meses. Los sectores de la construcción e industria son los más golpeados, acumulando más de la mitad de las pérdidas de empleo. Esta destrucción del trabajo formal se combina con la creciente inflación, que ha reducido en un 20% el poder adquisitivo de los ingresos laborales y no laborales en lo que va del año. A pesar de leves aumentos salariales en el sector privado, el costo de vida se dispara tan rápidamente que los incrementos no logran compensar la pérdida de poder de compra.

A medida que la pobreza se extiende, el gobierno parece incapaz de dar respuestas concretas. El ajuste en los programas sociales y la caída del presupuesto destinado a la asistencia social agravan aún más la situación de las familias que dependen de estos recursos para sobrevivir. En tanto, el desempleo sigue creciendo, con más de 300 mil nuevos desocupados en el último año, reflejando una economía en pleno retroceso y con escasas perspectivas de recuperación.

La pobreza no es una cifra más; es la realidad de millones de argentinos que ven cómo sus esfuerzos por mantener un empleo digno no les alcanzan para vivir con lo mínimo. La crisis ha llegado a un punto en que el trabajo dejó de ser una garantía de bienestar, y eso es una condena para toda una generación.