Milei golpeado: entre mesas, internas y libertarios enojados, el oficialismo se desmorona
Tras la aplastante derrota de La Libertad Avanza en Buenos Aires, Javier Milei intenta salvar los muebles con una mesa política nacional y una convocatoria a gobernadores, pero ni sus propios libertarios lo respaldan. Un gobierno golpeado por internas, escándalos y falta de autocrítica mientras el peronismo se fortalece.
POLITICA NACIONAL
Por Julián Pereyra
9/9/20253 min read


La derrota de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires dejó al gobierno libertario tambaleando como nunca. Con un 47,28% de los votos para Fuerza Patria contra un magro 33,71% para La Libertad Avanza, no hizo falta una elección presidencial para que todo el castillo libertario empiece a desmoronarse. Bastó una legislativa bonaerense para que quedaran expuestas todas las miserias, internas y contradicciones de un oficialismo que se vendía como “imparable” y hoy parece un reality barato.
Mientras tanto, el peronismo celebró un triunfo histórico que reordenó el mapa político: arrasó en la Tercera Sección con casi 25 puntos de ventaja, ganó en varias secciones clave y dejó a LLA refugiada apenas en la Quinta y la Sexta. La postal fue clara: un gobierno en crisis y un peronismo fortalecido, con Axel Kicillof proyectándose con más fuerza que nunca hacia el 2027.
La mesa política: nepotismo con moño violeta
Al día siguiente, la reacción del Gobierno fue anunciar la creación de una mesa política nacional. ¿La novedad? Ninguna. ¿Los integrantes? Los mismos de siempre: Karina Milei (la hermana omnipresente), Guillermo Francos, Patricia Bullrich, Santiago Caputo, Martín Menem y Manuel Adorni. Es decir, un club de amigos donde la meritocracia quedó en el olvido y el nepotismo es la norma.
La militancia libertaria, que se pasó años gritando “afuera la casta”, ahora se tiene que bancar que todo dependa de la hermana del Presidente. Se comieron el verso de la meritocracia y terminaron aplaudiendo el más berreta de los nepotismos. Compraron el viaje de un tipo que apenas puede tomar decisiones y que encima delega todo en su familia. Y lo mejor: todavía hay quienes lo comparaban con la “profecía del hombre gris”. Hoy, esa comparación no es más que un chiste malo que circula entre memes y cargadas.
La bronca en las filas libertarias estalló. Muchos quedaron afuera de las listas, otros marginados del armado bonaerense, y todos con la sensación de haber sido traicionados. Lo de Sebastián Pareja fue un fracaso estrepitoso, lo de los Menem una caricatura, y lo de Karina Milei una demostración de que el poder no se reparte: se concentra en familia.
Mientras tanto, en Buenos Aires ampliaron la mesa política… pero solo de manera cosmética. Cambiaron las sillas, pero los de siempre siguen manejando la lapicera.
La mesa de diálogo con gobernadores: tan 2001 que duele
Como si esto fuera poco, Milei intentó otro manotazo: convocar a una mesa de diálogo federal con los gobernadores. La movida sonó más a De la Rúa 2001 que a un proyecto serio. Todos recuerdan cómo terminó aquella “apertura al diálogo”: con helicóptero y caos.
La recepción fue unánime: escepticismo y rechazo. El gobernador salteño Gustavo Sáenz fue lapidario: “No son leones, son palomas de iglesia, porque cagan a los fieles. A mí me cagaron con obras y me cagaron en lo electoral”. Los demás —Llaryora, Pullaro, Valdés, Torres, Sadir y Vidal— pusieron cara de póker, aclararon que nadie los convocó oficialmente y remarcaron el destrato del Gobierno.
El contraste: peronismo en alza
Mientras el oficialismo se ahoga en internas, nepotismo y manotazos de ahogado, el peronismo sale fortalecido. Fuerza Patria no solo ganó: consolidó músculo territorial, orden político y proyección nacional.
Y el gran nombre de la noche fue Axel Kicillof. El gobernador bonaerense, con un triunfo arrollador, no solo defendió su distrito: se posicionó como el referente central del peronismo y una figura con proyección nacional hacia 2027.
Lo que pasó en Buenos Aires fue más que una elección provincial: fue un plebiscito al gobierno libertario. Y el resultado fue contundente: Milei no es invencible, su proyecto cruje desde adentro y el peronismo está más vivo que nunca.
Las mesas políticas y los discursos apagados no alcanzan para tapar la realidad: el gobierno se cae a pedazos, mientras la alternativa ya muestra fuerza, liderazgo y futuro.