Milei le abre la puerta al narco: la desesperación por dólares ya no tiene límites

Javier Milei volvió a cruzar todos los límites: con total impunidad planteó que la Argentina podría recibir dólares del narcotráfico para blanquearlos sin hacer preguntas. Como si se tratara de una política económica más, el presidente habilitó la posibilidad de legalizar dinero sucio a cambio de divisas, demostrando una desesperación peligrosa por sostener la bicicleta financiera y seguir pagándole al FMI, aunque eso implique abrirle las puertas al crimen organizado. En la misma línea de cinismo, Milei insultó a quienes pagan sus impuestos, tratándolos de cagones, tontos y sin agallas, mientras eleva al evasor al rango de “héroe”. Una propuesta delirante, una ética destruida, y un mensaje devastador para la democracia y el futuro del país.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

5/19/20254 min read

Hay declaraciones que deberían encender todas las alarmas institucionales. Hay momentos en que el repudio debería ser unánime. Lo que dijo Javier Milei en las últimas horas no es un exabrupto más, no es una “provocación libertaria” ni una salida de tono para alimentar su show mediático. Es algo infinitamente más grave: el presidente de la Nación, con total impunidad y una tranquilidad escalofriante, planteó públicamente que no le importa si los dólares que ingresan a la Argentina provienen del narcotráfico. Lo dijo sin pudor, sin titubeos y sin el más mínimo respeto por las consecuencias que eso puede tener en el tejido social, económico y jurídico del país. Y eso, simplemente, es una locura.

Sí, lo dijo. Textual. Que si los dólares vienen del narcotráfico, “ese es un problema de la Justicia”, que no hay que “mezclar delito con economía”. Como si se pudiera hacer una línea imaginaria entre el crimen organizado y la política económica, como si el lavado de dinero narco no fuera una amenaza directa a la seguridad, la soberanía y la institucionalidad del país. Milei parece estar dispuesto a cualquier cosa con tal de rascar unos dólares más para sostener la bicicleta financiera y seguir cumpliendo con el FMI, mientras millones de argentinos se hunden en la pobreza, la desocupación y el ajuste salvaje.

Pero no se quedó ahí. En un acto de desprecio absoluto por la ciudadanía que cumple con sus deberes fiscales, Milei también insultó a los contribuyentes. Dijo que aquellos que pagaron sus impuestos “quizás no tuvieron talento, ni agallas” para evadir. Que los verdaderos “héroes” son los que escondieron sus dólares bajo el colchón o los que los fugaron fuera del país. O sea, según el presidente, si cumpliste con el Estado, sos un tonto o un cobarde. Pero si evadiste, si te escondiste del fisco, si hiciste maniobras ilegales o ilegítimas para no pagar impuestos, sos un genio. Es un mensaje tan peligroso como indignante: glorificar al evasor, menospreciar al cumplidor. Invertir los valores de toda sociedad organizada.

La explicación es tan simple como cínica: no entraron los dólares del RIGI, el blanqueo anterior fracasó, y los dólares del FMI apenas alcanzan para patear la crisis un par de meses más. Entonces, desesperado por juntar divisas, Milei vuelve a agitar la idea de un blanqueo sin impuestos —“una amnistía”, en sus propias palabras— y ahora deja entrever que le da lo mismo si esa plata viene del narco. Con total impunidad. Sin una pizca de vergüenza institucional. Sin medir las consecuencias de normalizar que el crimen organizado sea un proveedor legítimo de divisas para el país.

La gravedad de lo que propone no puede subestimarse. Porque no se trata sólo de un debate técnico sobre cómo atraer dólares: se trata de legalizar, de facto, el lavado de activos provenientes del narcotráfico. Se trata de legitimar una economía paralela que alimenta la violencia, la corrupción, la muerte. Se trata, ni más ni menos, que de poner al Estado al servicio de quienes destruyen vidas, barrios, generaciones enteras.

Y como si eso no bastara, lo hace mientras descalifica con total desparpajo a quienes trabajan, producen y pagan sus impuestos en tiempo y forma. Porque para Milei, esos son “los giles”, los que no tuvieron las agallas para evadir. En su retorcida lógica anarcocapitalista, el Estado es siempre el enemigo, incluso cuando ese mismo Estado es el que él mismo preside. Es un relato que justifica el salvajismo económico y legitima la ilegalidad como virtud. Un discurso que no sólo destruye el contrato social, sino que lo invierte: el delincuente es el héroe, el ciudadano honesto es el idiota útil.

Hay que decirlo con todas las letras: Javier Milei está jugando con fuego. Está rompiendo todos los límites de lo admisible en democracia. Porque cuando un presidente sugiere que los dólares narcos son bienvenidos, y que los contribuyentes son tontos, está abriendo una puerta que puede traer consecuencias devastadoras para el país. No sólo en términos económicos o institucionales. También en términos éticos, culturales y sociales.

¿Quién va a querer pagar impuestos en un país donde el propio presidente te dice que eso es de cobardes? ¿Cómo se puede construir una sociedad mínimamente justa si el que cumple la ley es castigado con burla, y el que la viola es premiado con una “amnistía sin impuestos”? ¿Qué mensaje le estamos dando a los jóvenes, a los emprendedores, a los trabajadores, a los jubilados, a los comerciantes?

No es sólo un desatino económico. Es un mensaje profundamente corrosivo. Una legitimación del delito como recurso económico. Un pacto implícito con los peores actores de la economía negra. Y todo para conseguir unos dólares más. Para seguir alimentando la timba financiera. Para seguir pagando deuda ilegítima. Para seguir empobreciendo al pueblo mientras se enriquece la casta real: la financiera.

La pregunta es hasta dónde estamos dispuestos a tolerar este nivel de impunidad. Porque lo que está en juego no es sólo la economía. Es la dignidad del país. La credibilidad de sus instituciones. La salud de su democracia. Y el futuro de todos.