Milei niega fondos para Bahía Blanca pero garantiza beneficios sociales a israelíes: la patria no es el otro, es Tel Aviv

Mientras miles de familias en Bahía Blanca siguen contando las pérdidas tras las inundaciones, Javier Milei vetó la ley de emergencia que destinaba $200.000 millones para su reconstrucción. ¿La excusa? No hay plata. Pero sí hay fondos para pagar pensiones a ciudadanos israelíes, financiar evacuaciones en una guerra ajena y cumplir obsesiones ideológicas. No es negligencia, es abandono deliberado. Un gobierno que castiga a su pueblo mientras rinde cuentas a intereses extranjeros.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

6/24/20253 min read

En uno de los actos más crueles, cínicos y desvergonzados de su gobierno, Javier Milei vetó la ley que declaraba la emergencia por las inundaciones en Bahía Blanca. Esa norma, votada por amplia mayoría en el Congreso, establecía la creación de un fondo de 200 mil millones de pesos para asistir a las víctimas de un desastre natural que dejó 16 muertos, cientos de hogares destruidos y a miles de familias con lo puesto. Pero no. El Presidente decidió que esa ayuda era “innecesaria”. Que no hay plata. Que el equilibrio fiscal está por encima de la vida y la dignidad de su propio pueblo.

¿Y dónde está la plata? Porque plata hay. Lo que no hay es voluntad política de usarla para quienes más la necesitan. En el mismo Boletín Oficial donde Milei anuncia que veta la ayuda a los bahienses, también pone en vigencia un tratado que habilita a ciudadanos israelíes a cobrar jubilaciones, pensiones, asignaciones por maternidad, discapacidad y otros beneficios del sistema previsional argentino. Como si eso no fuera suficiente, su gobierno organiza un mega plan de evacuación para los varados en Israel, mientras les niega agua potable a los inundados de Coronel Rosales.

La perversión es total. Milei justifica su motosierra en nombre de un supuesto ajuste virtuoso, pero esa austeridad solo aplica para los argentinos. Para los jubilados, a quienes les niega hasta el último centavo. Para los estudiantes, a quienes desprecia. Para los trabajadores, a quienes castiga. Pero cuando se trata de cumplir sus delirios geopolíticos y sus pactos ideológicos con potencias extranjeras, la billetera se abre sin dudarlo. Ahí no hay motosierra: hay alfombra roja, cheques en blanco y genuflexión internacional.

Porque lo más grave no es solo el desinterés por los ciudadanos de Bahía Blanca. Lo más peligroso es la irresponsabilidad absoluta con la que Milei está metiendo a la Argentina en un conflicto internacional entre Israel e Irán, en nombre de una alianza que solo existe en su fantasía mesiánica. Milei eligió a Israel como faro espiritual, económico y político. Pero arrastra a un país entero a las consecuencias de esa elección, como si estuviéramos obligados a pagar los costos de sus obsesiones personales.

No hay excusas. No es ignorancia. No es error. Es una decisión deliberada de abandono. Es el plan. Gobernar para otros, no para los argentinos. Usar los recursos del Estado para complacer intereses extranjeros, mientras en nuestro país las ciudades se inundan, los hospitales se vacían y las infancias se caen a pedazos. Milei no gobierna: Milei coloniza. No conduce un país: lo entrega.

Bahía Blanca hoy es el símbolo del desprecio absoluto del gobierno hacia su propio pueblo. Es la postal más cruda de una administración que prefiere mirar al cielo de Jerusalén antes que al barro que pisan los vecinos bonaerenses. Pero también puede ser el inicio de otra cosa: de una memoria activa, de una conciencia que despierte y entienda que quienes votaron motosierra, hoy tienen cadáveres, ruinas y abandono. Y que no alcanza con indignarse: hay que resistir, hay que organizarse y hay que recordar.

Porque Milei podrá vetar leyes, recortar fondos, cerrar escuelas y hospitales. Podrá entregarse entero a una causa que no es la nuestra. Pero lo que no podrá jamás es gobernar con legitimidad sobre un pueblo que elige vivir con dignidad, en esta tierra y con estas banderas. No hay motosierra que corte la memoria de un pueblo que empieza a entender que lo están dejando solo. Y que no lo va a permitir.