Ni Una Menos: 10 años de lucha, 10 años de dolor, 10 años de resistencia

A diez años del primer grito de Ni Una Menos, el gobierno de Javier Milei avanza con una regresión brutal en materia de género y derechos humanos. Desmanteló el Ministerio de las Mujeres, cortó programas de asistencia a víctimas y niega la existencia misma de la violencia de género. En un país donde se comete un femicidio cada 33 horas y ya hubo 2590 femicidios y travesticidios desde 2015, el Estado no solo abandona: ataca. Frente al odio, la calle vuelve a ser refugio y trinchera. Porque todas las vidas cuentan. Porque Ni Una Menos sigue siendo un grito urgente.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

6/3/20252 min read

El 3 de junio de 2015 no fue un día más. Fue el día en que el grito de millones de mujeres en Argentina rompió el silencio histórico sobre una violencia que nos venía matando en la sombra: los femicidios. Ese día, juntas, en todas las plazas del país, alzamos la voz con una fuerza imparable: “Ni una menos, vivas nos queremos”. Y algo cambió para siempre. Porque ya no íbamos a permitir que nos sigan matando y que nos digan que fue por amor. Porque por fin, la muerte de una mujer no era una estadística fría, sino una herida colectiva.

Hoy, una década después, miro hacia atrás con orgullo por lo que hemos logrado como movimiento. Pero también con una tristeza profunda y una indignación que me atraviesa entera. Porque en lugar de avanzar, el Estado argentino ha decidido retroceder brutalmente. En vez de cuidar y profundizar las políticas públicas que empezamos a conquistar con tanto esfuerzo, el actual gobierno ha emprendido una verdadera avanzada contra los derechos de las mujeres y las disidencias.

El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, creado para diseñar e implementar políticas de prevención, capacitación, acompañamiento y asistencia integral a víctimas, fue vaciado, despreciado y reducido a nada. Programas de formación, casas refugio, líneas de atención, subsidios para víctimas, planes de salida: todos fueron desfinanciados, eliminados o paralizados. Como si la violencia hubiera dejado de existir. Como si nuestras vidas no importaran.

Pero la violencia no desapareció. Al contrario. Hoy, en Argentina, se comete un femicidio cada 33 horas. Y desde aquella primera marcha de 2015 hasta hoy, ya son 2590 los femicidios y travesticidios registrados. Detrás de cada uno de esos números hay una historia truncada, una familia devastada, una promesa rota. Y lo más doloroso es saber que muchas de esas muertes se podrían haber evitado si el Estado no les hubiese dado la espalda. Si hubieran existido las redes de contención, los botones antipánico, la asistencia legal, los refugios, el acompañamiento psicológico. Si nos hubieran escuchado.

Pero no. Este gobierno, con Javier Milei a la cabeza, eligió negar la violencia de género. Eligió burlarse de nuestras luchas. Eligió llamar “gasto” a lo que para nosotras era un salvavidas. Eligió dejar a mujeres expuestas, solas, acorraladas. Eligió mirar para otro lado mientras nos siguen matando.

Y sin embargo, acá estamos. De pie. Juntas. Porque Ni Una Menos no es solo una consigna: es una forma de vivir, de resistir, de no callarnos nunca más. Es memoria por las que ya no están. Es lucha por las que vendrán. Es esa fuerza colectiva que no pudieron, no pueden y no podrán aplastar.

Hoy, a 10 años de aquella primera marcha, volvemos a las calles con más razones que nunca. Porque la violencia no terminó. Porque el abandono es real. Porque el odio nos quiere de rodillas. Pero nos va a encontrar organizadas, sororas, rabiosas, conscientes. Más fuertes que nunca.

Porque frente a un gobierno que nos niega, nos ataca y nos desprecia, respondemos con más memoria, más organización, más amor entre nosotras. Porque el feminismo no se negocia. Porque vivas, libres y desendeudadas nos queremos. Porque ni una menos es hoy, es siempre.

Y porque no vamos a parar hasta que no haya ni una menos.