Paro de colectivos y ajuste salvaje: el país real que Milei no quiere ver
El paro nacional de colectivos convocado por la UTA deja al descubierto la Argentina que el gobierno de Javier Milei no quiere mostrar: un país donde los salarios no alcanzan, los trabajadores están solos y el hambre aprieta más que nunca. Mientras la clase obrera reclama lo básico para vivir, el único gesto del gobierno es mandar a la Gendarmería. La respuesta frente al sufrimiento social no es diálogo ni soluciones: es represión. Con cada ajuste, con cada silencio oficial, queda más claro que no vinieron a gobernar: vinieron a arrasar.
POLITICA NACIONAL
Por Camila Domínguez
5/6/20252 min read


Mientras el gobierno de Javier Milei insiste en repetir como un mantra que "la inflación está bajando", que "la economía se está estabilizando" y que “todos ganan bien en Argentina”, la calle le grita otra cosa. Y lo hace de la única forma que parece escucharse: con un paro. Esta vez, el reclamo lo encabeza la Unión Tranviaria Automotor (UTA), que ya paralizó el transporte en todo el país por 24 horas y advirtió que, si no hay respuesta, la próxima medida será un paro por tiempo indeterminado.
No se trata de una exageración. Los choferes reclaman un salario inicial de 1.700.000 pesos, una cifra que, lejos de ser un lujo, apenas les permitiría empatarle a una inflación que arrasa mes a mes. Pero el gobierno no escucha. No negocia. No propone. Solo reprime. La respuesta ante el conflicto fue una sola: Bullrich manda a la Gendarmería. En lugar de un Ministerio de Trabajo mediando entre partes, tenemos un Ministerio de Seguridad disciplinando trabajadores. La única herramienta del gobierno ante el conflicto social es la fuerza.
En este contexto, las voces de los trabajadores son más contundentes que cualquier editorial. Un obrero lo dijo sin rodeos: “Nadie se salva solo, este paro es por todos los obreros. La guita no alcanza”. Un chofer del Grupo DOTA, empresa ligada al macrismo que no se adhirió a la medida y amenaza con descontar el día a quienes paren, fue igual de claro: “El paro es la única forma de protestar. No tenemos quién nos defienda”. La soledad, el hartazgo y la bronca se sienten en cada testimonio.
Mientras tanto, el gobierno saca comunicados celebrando un "superávit histórico" y repitiendo que “los salarios están mejorando”. Pero afuera, en el mundo real, la gente no tiene plata ni para llegar a mitad de mes. Y lo que antes eran quejas aisladas hoy son medidas de fuerza, piquetes y amenazas de huelgas indefinidas. Porque ya no hay margen. Porque se terminó el veranito. Porque los trabajadores se hartaron.
Este no es un caso aislado. Es parte de una política económica deliberada que asfixia a los sectores populares, desmantela el Estado, recorta salarios y jubilaciones, sube tarifas, y a la vez protege a los bancos, a las grandes empresas y a los fondos de inversión. Un modelo que festeja cuando se caen las ventas de leche porque “así baja la inflación”.
Y cuando la bronca empieza a hacerse visible, la respuesta es la represión. Milei no quiere resolver los problemas sociales: quiere aplastarlos. Por eso su única reacción frente a un paro es mandar gendarmes, difundir la línea 134 para que se denuncie a trabajadores, y sostener un discurso donde los culpables no son los empresarios que pagan salarios de miseria, sino los que se organizan para pelear por algo mejor.
Lo que estamos viendo con este conflicto no es solo un reclamo sectorial. Es una radiografía del país que el gobierno no quiere mostrar. Una Argentina donde los trabajadores están solos, desprotegidos, cansados, pero todavía de pie. Una Argentina que no quiere resignarse a vivir de rodillas, mientras en Casa Rosada hacen negocios y se reparten cargos entre amigos.
Y si no hay justicia social, habrá paro por tiempo indeterminado. Porque como dijo un colectivero: “El paro es la única forma de protestar. No tenemos quién nos defienda”.