Represión y violencia: el gobierno de Milei desata su furia contra jubilados y manifestantes en el Congreso
La jornada frente al Congreso dejó una marca imborrable en la historia reciente de Argentina. La brutal represión ejercida por las fuerzas de seguridad contra jubilados, trabajadores y manifestantes pacíficos expuso el rostro más cruel del gobierno de Javier Milei. Con balas de goma, gases lacrimógenos y golpes, el Estado atacó a quienes solo exigían una jubilación digna. Entre las víctimas, Beatriz Bianco, una jubilada de 87 años, terminó hospitalizada tras ser empujada violentamente por un policía. Mientras tanto, el fotógrafo Pablo Grillo lucha por su vida tras recibir un disparo en la cabeza con un tubo de gas lacrimógeno. Lejos de asumir responsabilidades, la ministra Patricia Bullrich mintió descaradamente para justificar la represión. Este gobierno ha demostrado que no tiene límites en su afán por silenciar el reclamo social.
POLITICA NACIONAL
Por Camila Domínguez
3/13/20253 min read


Lo que vivimos hoy frente al Congreso de la Nación es una jornada que quedará grabada en la memoria colectiva como una de las más oscuras de nuestra historia reciente. La represión desatada por las fuerzas de seguridad contra jubilados, trabajadores y manifestantes pacíficos no solo fue desmedida y brutal, sino también una violación flagrante de los derechos humanos. El gobierno de Javier Milei mostró su peor cara: la de un Estado que no duda en atacar a los sectores más vulnerables con una violencia salvaje y desproporcionada.
Desde temprano, miles de jubilados y ciudadanos se acercaron al Congreso para reclamar algo tan básico como justo: el derecho a una jubilación digna. Personas mayores, muchas de ellas con bastones, otras con dificultades para caminar, se congregaron pacíficamente para exigir que no se les siga arrebatando lo poco que tienen. Pero el gobierno libertario, en lugar de escuchar ese reclamo legítimo, respondió con balas de goma, gases lacrimógenos y golpes.
Las imágenes que circularon en redes sociales son estremecedoras: abuelos empujados, tirados al suelo, golpeados sin piedad por efectivos de la Policía Federal. Una de esas escenas de violencia cobró especial notoriedad cuando Beatriz Bianco, una jubilada de 87 años, fue brutalmente empujada por un policía, golpeando su cabeza contra el pavimento. Beatriz terminó en el Hospital Argerich con heridas graves, una postal desgarradora de la indiferencia y crueldad con la que este gobierno trata a quienes deberían ser protegidos y respetados.
Como si todo esto no fuera suficiente, los medios oficialistas afines al gobierno, como La Derecha Diario, se atrevieron a llamar “terroristas de Estado” a estos jubilados que solo estaban pidiendo justicia. Esa deshumanización, ese intento desesperado por transformar a abuelos indefensos en enemigos públicos, es una estrategia tan perversa como peligrosa. Porque al etiquetarlos como terroristas, el gobierno y sus aliados mediáticos buscan justificar la violencia estatal, legitimar la represión y silenciar cualquier voz disidente.
Pero lo peor aún estaba por venir. En medio de esta jornada de represión, uno de los episodios más graves fue el ataque directo contra el fotógrafo Pablo Grillo, quien estaba cubriendo la manifestación. Mientras realizaba su trabajo, Grillo recibió un disparo en la cabeza con un tubo de gas lacrimógeno. No fue un accidente. Fue un ataque intencional, un disparo directo a un trabajador de prensa que solo estaba documentando lo que ocurría. Ahora, Pablo Grillo lucha por su vida en el Hospital Ramos Mejía, sometido a una cirugía de urgencia por la gravedad de sus heridas. Su estado es crítico, y su familia y colegas esperan con angustia su recuperación.
Frente a esta situación desesperante, la respuesta de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, no solo fue insuficiente, sino profundamente cínica y deshonesta. Bullrich declaró públicamente que Grillo es un “militante kirchnerista” y que estaba detenido. Una mentira descarada, una falsedad que busca desviar la atención y encubrir la brutalidad policial. Todos vimos los videos, todos vimos las fotos: Grillo no es un militante violento, es un fotógrafo profesional que hoy está internado con una fractura de cráneo por el ataque de las fuerzas de seguridad. Mientras la ministra miente, él pelea por su vida en un quirófano.
Este es el rostro del gobierno de Javier Milei: un gobierno que reprime a jubilados, que ataca a la prensa, que miente sin escrúpulos y que deshumaniza a quienes se atreven a reclamar sus derechos. Esta es la imagen que Milei y Bullrich le muestran al mundo: la de un país donde se gobierna con violencia, donde la protesta social es criminalizada y donde la vida de los ciudadanos parece valer cada vez menos.
Pero no nos van a callar. No vamos a dejar de denunciar estas violaciones a los derechos humanos. Porque detrás de cada jubilado golpeado, de cada periodista agredido, de cada mentira oficial, hay una verdad que no puede ser silenciada. Y hoy, más que nunca, esa verdad debe ser contada.