Supermercados vacíos, pueblo vacío: el ajuste de Milei deja hambre y soledad

Seis de cada diez supermercados en Argentina admiten que ya no tienen clientes. No es una metáfora, no es un titular exagerado: es la radiografía de una economía que se desangra, de una patria que mira cómo se le escapa la dignidad entre los dedos mientras el presidente Javier Milei repite fórmulas fracasadas escritas en inglés.

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Federica Perez

5/26/20252 min read

La imagen es brutal: góndolas llenas, pasillos desiertos. La gente ya no entra a los supermercados porque simplemente no puede comprar. No es que no quiere. Es que no puede. ¿Quién puede llenar un changuito cuando la comida compite en precio con el alquiler o la boleta de luz? ¿Quién puede proyectar su mes si no sabe cuánto costará el pan mañana? Esta es la Argentina del "libertarismo": una tierra en la que la libertad se confunde con el abandono.

Milei llegó a la Casa Rosada prometiendo dinamitar el modelo anterior. Lo logró. Pero no lo hizo con cuidado, ni con justicia. Dinamitó el salario, la educación, la salud y, sobre todo, la mesa de los argentinos. Le quitó la carne al asado, la leche al desayuno, la fruta al postre. Y a cambio, nos entrega discursos de odio, insultos en redes sociales y un país manejado desde una laptop.

El peronismo siempre supo que no hay justicia social sin mercado interno, sin trabajadores con poder de compra, sin un Estado que cuide. Esta no es una postura ideológica, es una certeza empírica: cuando el pueblo tiene plata en el bolsillo, el país se mueve. Cuando el salario es un papel pintado, el país se detiene. Hoy los números de los supermercados lo prueban. Y lo que no dice el INDEC, lo grita la góndola vacía.

No se puede construir patria con recetas del FMI. No se puede pedirle heroísmo al que no come. La Argentina necesita volver a abrazar al pueblo, a recuperar la producción, a poner la economía al servicio de los argentinos, no de los especuladores. El ajuste mata. Mata sueños, mata negocios, mata esperanza.

Que no nos hagan creer que esto es normal. Que no nos digan que esto es libertad. Porque no hay libertad sin justicia social, y no hay justicia social cuando seis de cada diez comercios se vacían mientras las ganancias de unos pocos se disparan.

La historia no perdonará a quienes convirtieron la heladera en un lujo. Pero el pueblo, más temprano que tarde, vuelve. Porque el peronismo es eso: organización, memoria y esperanza.