Una derrota parlamentaria que expone la miseria moral del gobierno de Milei

El gobierno de Javier Milei sufrió su peor derrota legislativa: el Senado aprobó por unanimidad el aumento a jubilados, la emergencia en discapacidad y otras leyes claves. Pero en lugar de celebrar un acto de justicia social, el presidente reaccionó con cinismo, amenazas de veto y un discurso de odio. Mientras Caputo miente diciendo que los jubilados cobran $900.000, miles sobreviven con la mitad y familias enteras sufren el abandono del Estado. Un modelo que se sostiene con recortes, muerte y miseria no es un plan económico: es un crimen.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

7/11/20253 min read

Lo que ocurrió este jueves en el Senado debería haber sido una buena noticia para el país. Por unanimidad y con amplísima mayoría, se aprobó el aumento para jubilados, la emergencia para personas con discapacidad, la prórroga de la moratoria previsional y el rechazo al veto presidencial de la ayuda a Bahía Blanca. En un país medianamente serio, estas decisiones legislativas se festejarían como avances de justicia social. Pero en la Argentina gobernada por Javier Milei, lo que se escuchó desde el oficialismo no fue más que llanto, amenazas y cinismo.

Lejos de celebrar un gesto de humanidad en medio de un ajuste feroz, Milei reaccionó con furia: anunció que vetará todo lo que le manden desde el Congreso, acusando de “inmorales” a los senadores que se atrevieron a tocar su sacrosanto “superávit fiscal”. Los mismos que desde sus bancas, por primera vez en meses, se pusieron del lado de los sectores más vulnerables del país: los jubilados, las personas con discapacidad, los afectados por catástrofes.

Pero el delirio libertario no termina en el despacho presidencial. Mientras Milei ensaya un show de negación con la motosierra oxidada, su militancia en redes sociales pide, sin pudor alguno, “formar milicias libertarias” para “cerrar el Congreso”. Una amenaza golpista digna de un chico malcriado que no tolera perder, pero que, dada la violencia de época, no puede ni debe tomarse a la ligera.

Todo porque el Senado se animó, por fin, a ponerle un límite a la crueldad oficial. Porque en el mundo distorsionado de Milei, asignar un miserable aumento a un jubilado o garantizar una prestación médica a una persona con discapacidad “pone en jaque” la economía. Y entonces hay que vetarlo. Porque, claro, en la lógica criminal del plan libertario, el equilibrio fiscal se logra dejando morir.

Y no es una metáfora. Es literal. Lo dijo una madre en una de las audiencias previas a la sesión: “Mi hijo falleció hace dos semanas esperando a que le renueven el registro de electrodependiente. Me negaban el trámite. Yo llamaba todos los días al 0800 y nunca me daban respuestas”.

Ese testimonio desgarrador no es una excepción. Es la consecuencia directa del brutal ajuste libertario. Es la imagen descarnada de cómo se construye el “superávit” del que se jactan Milei y Caputo: con la sangre de los que menos tienen, con la desesperación de madres abandonadas por un Estado que se jacta de “achicar”.

Y mientras tanto, en la conferencia de prensa o en los estudios de TV amigos, el ministro de Economía repite barbaridades sin pudor. Caputo, el mismo que nos volvió a endeudar con el FMI, afirmó que la jubilación promedio ronda los 900 mil pesos. Una cifra que ni siquiera se acerca al dato oficial de su propio gobierno, que ronda los 533 mil. ¿Ignorancia o cinismo? Poco importa. Porque ya no se trata solo de incompetencia: se trata de mentir descaradamente para justificar lo injustificable.

La escena es absurda e indignante: un gobierno que llora porque se votó una ley que mejora mínimamente la situación de los jubilados; un presidente que se autoproclama defensor del pueblo y tilda de "inmoral" a quien se atreve a garantizar derechos básicos; un gabinete económico que dice que todo está ordenado mientras niega la realidad que golpea todos los días a millones de argentinos.

¿Y cuál es el argumento? Que un pequeño aumento a las jubilaciones y las pensiones por discapacidad pone en jaque el supuesto milagro económico. Que un refuerzo para electrodependientes o para niños con parálisis cerebral “rompe el equilibrio fiscal”.

Si ese es tu plan, entonces tu plan es basura.

Porque si la estabilidad de la Argentina depende de condenar al hambre a los jubilados, de dejar morir a pacientes sin medicamentos, de mirar para otro lado mientras madres lloran frente a las cámaras, entonces tu “superávit” es una mentira. Es un altar construido sobre el sufrimiento de los más indefensos. Es un número pintado con sangre.

Y como si todo esto no bastara, Milei amenaza con vetar. Todo. Lo que venga. Como si él fuera el único dueño de la Argentina. Como si un presidente elegido por el 30% del padrón tuviera el derecho de vetar la voluntad de un Congreso que hoy representa a la enorme mayoría del pueblo.

Este modelo no solo es inviable: es inhumano. Es incompatible con cualquier noción mínima de democracia, de justicia o de sensibilidad social.

Y quizás por eso el cierre ya no admite ironía sino advertencia: si el gobierno de Milei no cae por la fuerza del voto crítico y de la organización ciudadana, la Argentina será un páramo. Pero si cae, habrá que tener bien claro lo que sigue. Porque si algún día esto termina, lo primero que habrá que hacer es cerrar las fronteras. Pero no para que no entren. Para que no se escapen todos los responsables del desastre. Porque la sangre de este ajuste tiene nombres, apellidos… y cargos.