Unidad en las calles: jubilados, médicos y Ni Una Menos se plantan contra el ajuste brutal de Milei

En una jornada histórica de unidad y resistencia, jubilados, médicos del Hospital Garrahan y el colectivo Ni Una Menos coparon la Plaza Congreso para denunciar el ajuste inhumano del gobierno de Javier Milei. A diez años de la primera movilización contra la violencia de género, la consigna se amplió: la crueldad también se expresa en el vaciamiento de la salud pública, el abandono a los adultos mayores y el recorte de derechos básicos. Una multitud reclamó dignidad, justicia y memoria en medio de vallas, represión y hambre.

POLITICA NACIONAL

Por Camila Domínguez

6/5/20254 min read

Este miércoles volvió a palpitar el corazón de la resistencia en las calles de la Ciudad de Buenos Aires. En una jornada histórica, miles de personas marcharon hacia el Congreso Nacional para denunciar con fuerza el ajuste inhumano del gobierno de Javier Milei. La movilización, que unió a jubilados, residentes y médicos del Hospital Garrahan, científicos, estudiantes, colectivos feministas y organizaciones sociales, se transformó en un grito colectivo contra el vaciamiento del Estado, el abandono de los más vulnerables y la brutalidad institucional.

A 10 años del primer grito de “Ni Una Menos”, las mujeres y diversidades volvieron a llenar las calles con el mismo fuego de siempre, pero esta vez codo a codo con los jubilados que llevan ya 17 miércoles consecutivos marchando por una jubilación digna. También se sumaron los trabajadores de la salud del Garrahan, que llevan días de lucha exigiendo salarios justos, condiciones de trabajo dignas y la sanción de la Ley de Emergencia en Discapacidad.

En un contexto de represión garantizada por el protocolo de Patricia Bullrich, con el Congreso vallado y fuerzas de seguridad apostadas en cada esquina, los manifestantes hicieron lo que este gobierno no tolera: ocupar el espacio público y convertir el dolor en organización. La consigna fue clara: la salida es colectiva, el ajuste es violencia, y el pueblo no se rinde.

La deuda es con nosotras, con los jubilados y con quienes cuidan la vida

Ni Una Menos lo dijo sin vueltas: “Unir las luchas contra el ajuste”. Por eso, el colectivo feminista decidió mover su histórica convocatoria del 3 de junio para confluir con las demás luchas que hoy arden en el país. La violencia machista no es solo la que asesina a una mujer cada 28 horas, sino también la que recorta presupuestos, congela salarios, destruye políticas de cuidado, abandona a personas con discapacidad y condena al hambre a millones de jubilados.

En ese sentido, la madre de un niño con discapacidad que tomó la palabra frente al Congreso fue contundente: “Nos matan cuando nos niegan medicamentos, cuando desfinancian la asistencia, cuando nos obligan a mendigar derechos básicos. No queremos caridad, exigimos dignidad”. Su testimonio, entre lágrimas y aplausos, sintetizó el drama de miles de familias que hoy quedan desamparadas por un Estado que se desentiende.

Jubilados y médicos, una misma trinchera de dignidad

Los jubilados volvieron a marchar por el haber mínimo, la moratoria previsional y el bono de emergencia. Lejos de resignarse, con bastones, andadores o en sillas de ruedas, fueron protagonistas centrales de una jornada que vuelve a demostrar que la vejez no es sinónimo de silencio. Denunciaron el veto anticipado de Milei a la moratoria y el bono a jubilados, y apuntaron con dureza al Congreso por seguir siendo cómplice del saqueo.

A su lado, los médicos del Garrahan protagonizaron uno de los reclamos más potentes. No solo exigen aumentos salariales, sino también que se respete la dignidad de quienes cuidan la salud pública. Lo hacen mientras enfrentan ataques públicos de figuras como Lilia Lemoine, que los responsabilizó por haber elegido estudiar medicina “sabiendo que los médicos están mal pagos”, en una declaración cínica e insultante.

Mientras estos profesionales luchan por 250 mil pesos mensuales trabajando jornadas agotadoras, Lemoine, una cosplayer devenida diputada, cobra 5 millones de pesos al mes por atacar a médicos, a jubilados, a personas con discapacidad y a todo aquel que se atreva a reclamar.

Ciencia, educación, arte y tierra: el ajuste no deja a nadie afuera

La marcha también tuvo la presencia activa de trabajadores del CONICET, estudiantes universitarios, artistas, productores rurales, inquilinos y pueblos originarios. Todos ellos denunciaron los recortes, despidos y abandono en sus áreas. “La ciencia está siendo destruida. El conocimiento está siendo criminalizado. Este gobierno no quiere futuro”, denunciaron desde la comunidad científica, mientras explicaban que miles de proyectos quedaron paralizados por falta de presupuesto.

Del mismo modo, estudiantes y docentes universitarios, aún conmocionados por los recortes y la represión sufrida en las últimas semanas, volvieron a marchar en defensa de la educación pública. La consigna fue una sola: sin educación, sin salud y sin ciencia no hay país posible.

Represión garantizada, pero el pueblo avanza igual

Fiel a su estilo represivo, el gobierno de Milei desplegó un fuerte operativo policial para amedrentar la movilización. La zona del Congreso amaneció vallada, y muchos colectivos que llegaban desde el conurbano fueron demorados o escoltados por Gendarmería. Pero nada de eso impidió que miles de personas confluyeran en una marcha que no fue solo numerosa, sino profundamente política y transversal.

La herida aún reciente de la represión a jubilados y la brutal detención del fotógrafo Pablo Grillo, que se recupera lentamente tras haber sido golpeado por gendarmes, estuvo presente en cada consigna, en cada cartel, en cada paso de los manifestantes.

Una gran asamblea como cierre, y una certeza: no estamos solos

La jornada culminó con una asamblea masiva en la sede de la CTA Autónoma, donde confluyeron todos los sectores que marcharon. Allí se votó continuar el plan de lucha, con nuevas convocatorias conjuntas y articulación entre gremios, organizaciones sociales, colectivos feministas, comunidades indígenas y trabajadores de distintos sectores. El mensaje fue claro: la esperanza está en la calle, en la unidad, en la dignidad rebelde de un pueblo que no se resigna.

Mientras Milei promete equilibrio fiscal, recorta medicamentos, veta leyes que protegen a los adultos mayores, desfinancia hospitales, cierra programas de género y convierte al Congreso en una trinchera de odio, miles de personas decidieron no callar más.

La marcha de este miércoles fue una postal de lo que está gestando abajo: un movimiento amplio, horizontal, solidario y furioso que no está dispuesto a ser ajustado, ni humillado, ni borrado del mapa. Frente al cinismo de los que gobiernan con crueldad, la respuesta fue contundente: la dignidad no se negocia.